CAPÍTULO VI

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Narra Piero

Abrió la puerta y ahí estaba ella, hermosa como siempre, con esa sonrisa que me robaba el sueño, sus dulces ojos me miraban con esa ternura que reflejaba lo pura e inocente que era su alma, pero ésta vez había algo diferente, algo le preocupaba y estaba casi seguro de lo que era.

Me invitó a pasar con algo de nerviosismo, fuimos hasta la sala, ella estaba callada mirando hacía la nada, no dije nada hasta que vi que su madre se fue.

- ¿Qué te pasa? - Dije suavemente al notar que su respiración se agitaba.
- No lo sé. - Dijo al fin. - No entiendo nada, mi familia es un desastre, solo hay gritos y todos parecen estar enojados, nadie quiere responder mis preguntas, no he tenido ningún avance y yo... solo quiero desaparecer. - Había lágrimas en sus ojos, sentí un gran nudo en mi garganta ¿cómo era posible que quisiera desaparecer? Me acerqué más a ella y la abracé con todas mis fuerzas. - Yo no quería provocar todo esto. - Continuó entre sollozos.
- Mi amor, tú no has provocado esto. - Dije con dificultad. No había nada que odiara más que verla llorar, ella era tan buena, tan inocente, siempre creía en la bondad de los demás y eso le había traído muchas consecuencias, había sufrido y mucho, todo por culpa de su familia, había sido un tonto al dejarla otra vez en ese lugar, ahora debía buscar una manera de sacarla y lo mejor era decirle la verdad.

La seguí abrazando hasta que estuvo un poco más tranquila, la separé lentamente y sostuve su carita entre mis manos.

- Escúchame muy bien, aquí estoy, solo para ti, voy a responder todas tus preguntas y te voy a ayudar a mejorar, saldremos de ésta como de muchas otras ¿está bien? - Noté que con mis palabras se tranquilizó más y me mostró una hermosa sonrisa, quería besarla pero sabía que podría resultar contraproducente, mi cuerpo no le hacía caso a mi cerebro, pues empecé a acercarme un poco más, su nariz a penas rozaba la mía sintiendo nuestras respiraciones unidas, cerramos los ojos, estuve a punto de dejarme llevar, pero no quería presionarla, mucho menos asustarla, di un beso muy cerca de sus labios y luego junté mi frente con la suya, aún cerraba mis ojos, debía contenerme si no quería alejarla de mí.

Me separé de ella muy despacio, tratando de recobrar la cordura, pero de repente sentí sus labios en los míos, quedé inmóvil y noté que ella lo estaba también, había esperado tanto por sentirla de nuevo, extrañaba tanto el contacto con su piel, con sus labios, era mágico lo que ella me hacía sentir. El beso se comenzó a profundizar, con una de mis manos daba tiernas caricias en su suave rostro y la otra se entrelazaba con la suya. Después de unos momentos nos separamos, y ella me miró a los ojos con una hermosa sonrisa.

- Lo siento, no sé besar. - Dijo nerviosa. Dios, ella es increíble.
- Ven aquí. - Respondí con una pequeña risa volviéndola a abrazar. -
- Piero...
- ¿Sí? - La separé de mí y la miré con atención, noté que ella estaba dudando en hablar. - ¿Quieres preguntar algo? - Negó con la cabeza. - Y ¿todavía quieres salir?
- No, preferiría quedarme aquí si no te molesta. - Respondió cabizbaja. - pero, ¿podrías quedarte?
- Claro que sí. - Sonreí y la volví a abrazar.
- ¿Por qué están todos tan molestos? - Dijo después de un momento. - Y no me digas que necesitan asimilar lo del accidente porque ya todos me han dicho lo mismo. Dime, ¿todo era así antes de que pasara todo esto?
- Tus padres siempre han sido así, ellos están muy concentrados en su trabajo y esas cosas.
- ¿Y mis hermanos? A penas y los veo, incluso a la pequeña.
- Bueno, Rubén va a la escuela y cuando Sami sale de la escuela, Martín la lleva con él al trabajo.
- Y ¿qué es lo que yo hacía aquí sola? - Dijo con un poco de desesperación, era de esperarse, no había estado viviendo en esa casa desde hace mucho, no había ningún objeto personal ni mucho menos, conociéndola, ya se había tardado en perder la paciencia. - No hay nada que hacer aquí. - Siguió levantándose de su asiento, dio tres pasos, cruzó los brazos y luego se volvió a sentar, en verdad estaba ansiosa.
- Oye, no pasa nada. - Dije tratando de calmarla, tomé su mano, eso siempre la tranquilizaba.
- Es que, sé que es una locura pero, no me siento bien aquí, siento como si algo me faltara. - Continuó, pensé un momento si debía decir lo siguiente o no, pero al final, lo hice.
- Si me permites, quiero mostrarte algo. - Me miró con atención. - ¿Me dejas llevarte a un lugar? - Aceptó, tal vez era una locura o iba muy rápido, pero la iba a llevar a mi casa, a nuestra casa así, con suerte, podría recordar algo.

[PAUSADA] Más Allá De Todo (Piero Barone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora