« Capítulo Trece »

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Aurel cayó rendido en cuanto llegó a su hogar. Hacia apenas una hora que había amanecido, por lo que la mayoría de los monstruos se encontrarían durmiendo o a punto de hacerlo. Así que eso hizo él, cerró los ojos y se permitió dormir unas cuantas horas.

A las once de la mañana, en plena noche monstruosa, Aurel ya se encontraba tumbado en el banco, con su pantalón negro de chandal y la sudadera gris que había llevado todo el día anterior. Al ver que Brisa no salía de la casa para entrenar, decidió avisarla.

- ¡Hora de la tortura, rubia! - Gritó alegremente.

Brisa acabó de alisar su camiseta nueva mientras bajaba las escaleras. Resopló, más no una pequeña sonrisa se formó en su rostro.

En cuanto se oyó la puerta abrirse, Aurel abrió sus ojos y los centró en la chica. Por suerte, el chico tenía una gran fuerza mental, porqué las ganas que tuvo de dejar caer su mandíbula hasta el suelo, eran insuperables.

Allí estaba ella. Con su pelo rubio cayendo libremente hasta sus hombros. Sus ojos verdes parecían brillar más que nunca y su pequeña nariz le hacía adquirir un toque dulzón a su rostro. Vestía las prendas nuevas, que consistían en una camiseta negra de manga corta que caía hasta su cintura. A más, conjuntaba con unas mallas de la misma tonalidad que la parte superior, que se aferraban a su cuerpo como una segunda piel, marcando una de las mejores virtudes físicas de la muchacha.

Madre del santísimo Satanás[1]. Pensó el muchacho. ¿Desde cuándo tiene tan buen cul...?

Aurel sacudió su cabeza, quitándose aquellos pensamientos de la mente. ¿Por qué no se había fijado nunca en el físico de la muchacha?

Cierto era que cuando un humano sentía miedo, aquel sentimiento nublaba la mente del monstruo que estuviera a su alrededor. ¿Pero qué había cambiado?

¿Acaso Brisa ya no temía a Aurel?

El chico al instante tuvo dos sentimientos contrapuestos en su cabeza. Alegría, y debilidad. Maldició al instante su ADN [2] monstruoso.

- ¿Empezamos? - Cuestionó Brisa una vez estuvo frente al despistado muchacho.

Aurel sonrío al oír su voz.

- ¿Tantas ganas tienes de qué te gane? - Rió, pero antes de que la chica pudiera contestar, prosiguió. - Venga, vamos.

Aurel se alzó de su banco para enfrentarse a Brisa. Los ojos de ella, por un segundo, brillaron con inseguridad. Él, sin pensárselo más, cerró los ojos, esperó un rato para que la chica notara sus intenciones, para después volverlos a abrir con su color dorado.

Brisa alzó sus brazos en forma de ataque, pero de nada le sirvió. Aurel saltó sobre ella, y la hizo caer. Antes de que su cuerpo tocará el suelo, Aurel apareció tras su espalda, la agarró por debajo de los hombros, y la alzó como si moviera a una pluma.

Brisa se aturdió cuando volvió a tener al chico delante de ella. Alzó una mano, pidiendo un minuto.

- No entiendo que acaba de pasar. - Comentó ella en un susurro, tanta rápidez le hacía marearse.

- Déjame que te lo explique. - Se carcajeó Aurel. - Eres malísima esquivando, y por si no te has dado cuenta, vuelves a estar muerta.

Brisa pataleó el suelo, aquel mundo no estaba hecho para ella. Y para cuando quiso darse cuenta, Aurel ya no estaba junto a ella.

- Aurel, ¿dónde estás? - Murmuró, sabiendo perfectamente que le había escuchado estuviera donde estuviera.

- Aquí. - Susurró él en la oreja de la chica. Ella se asustó y gritó. El joven volvió a reirse, mientras posaba varios platos y vasos sobre el banco improvisado del jardín. - Visto que aún no estás preparada para que un monstruo real te ataque, yo te voy a lanzar cosas y tu las vas a esquivar. - Antes de que pudiera contestar, el chico lanzó el primer plato. Brisa se apartó lo más rápido que pudo, aún así, el objeto lanzado la logró rozar. - Más rápido, rubia.

Siendo Un MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora