« Capítulo Catorce »

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La luz se escondía lentamente, escondiendo su brillo tras un cielo cada vez más oscuro.

Alba llegó a la calle central de la aldea, cargando montones de cajas, una sobre la otra, creando una pequeña montaña que con una débil racha de aire podría desaparecer.

Caminó lentamente hasta llegar a la última casa del costado derecho, a un lado del hogar de la abuela de Aurel. La joven bufó al ver que no podía picar a la puerta sin montar un estropício. Antes de que pudiera llamar a alguien, se escuchó un estruendo, que retumbó por toda la calle, alertando a la muchacha de golpe y como consecuencia, haciendo que sus ojos se transformaran y brillaran con el aura dorada que les caracterizaba.

Tranquilizó a su ser cuando observó al camión de Dante, con el chico dentro, acercándose cada vez más a ella. Alba frunció ligeramente el ceño al escuchar el sonido que provocaba aquel vehículo, si se le podía llamar así.

Era pequeño, no más grande que una caravana, con la pintura azul oxidada, y la parte delantera poseía algún que otro boño. Cuando se detuvo, Alba percibió la gran cuantidad de humo que había dejado ir aquel camión.

Dante abrió su puerta y bajó de un salto que, inesperadamente, hizo elegante el echo de salir de allí.

Dante tenía aquel poder. Siempre se mostraba correcto, elegante.

Alba le sonrío dulcemente. Él caminó hacia la chica con una sonrisa, para cogerle la mitad de las cajas y volverse a dirigir al camión, esta vez a la parte trasera.

Una vez colocada toda la mercancía, Dante intentó cerrar de un golpe la puerta. Intentó, ya que no lo consiguió.

Alba le miró expectante, con la boca ligeramente abierta.

- A veces pasa. - Aclaró Dante. - Hay que hacer esto, - lanzó un puño contra el metal de la puerta, haciendo que sus ojos llamearan en dorado por el dolor. Más no, esta cedió y acabo por cerrarse por completo. - y se cierra.

Alba dejó ir una carcajada, que no tardó en perderse en aquella brisa mañanera.

- Dante... - El joven la observó expectante, esperando a que continuara. - Este cacharro...

Alba era demasiado buena para poder decirle todo lo que pensaba sobre aquel vehículo, más sabiendo lo importante que era en la vida de Dante. Para su sorpresa, Dante comprendió lo que había querido decir en segundos, y no negó lo evidente.

- Voy haciéndole reparos poco a poco, pero los trueques no dan para más. Y como decida abandonarme, no solo no tendré para reparos, si no que puedo considerarme monstruo hambriento, monstruo sin techo, y por lo tanto, monstruo muerto. - Explicó Dante, pasándose la mano por el cabello con rulos que poseía. Alba quedó maravillada con los rizos que habitaban en la cabeza del muchacho. La chica asintió comprendiéndolo. - Oye Alba, tu eres muy amiga de Aurel, ¿verdad? - Cambió de tema.

- Sí, ese pequeño y yo nos hemos criado juntos, ya sabes que mi padre y el suyo eran muy amigos. - Dijo Alba. - ¿Por qué?

- Verás, - volvió a pasarse su mano por el cabello - el otro día, él simplemente se me quedó mirando mucho rato, como si supiera todo lo que me pasaba por la cabeza, como...

- Como si pudiera adivinar todos tus secretos con solo una mirada. - Completó Alba, con una pequeña sonrisa en su rostro.

- Sí. - Afirmó él. - Tú que lo conoces, ¿puede saber tus secretos con solo mirarte? - Preguntó inquieto.

- Aurel no te mira, Aurel te analiza. - Corrigió Alba. - Puede ser, la verdad. No lo sé cien por cien seguro, él tampoco me ha dicho nada al respecto, pero sé que es un chico muy listo y que sabe más que el resto por solo cómo actúas. - Explicó la chica, encogiéndose de hombros.

Siendo Un MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora