No necesito decir que te quiero [FRERARD]

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El regreso a casa es tranquilo, Mikey camina delante de Gerard, salta las grietas que va encontrando, canta una canción de algún programa animado.

Frank también disfruta de la calma, ya se ha quitado el maquillaje que utiliza en sus actos, lo que no puede lavar, es su expresión de indiferencia. Su madre ya no puede más, tampoco sabe qué hacer, quiere escuchar su risa, pero sólo tiene el sonido ahogado de la música con la que se encierra.

Así corren los días con esos dos muchachos, uno no tiene voz, el otro, no la quiere.

Linda ha hecho su mejor trabajo, pero también necesita ocuparse de ella. Llama a Frank cuando entra a casa, y ante sus ojos de sorpresa, le explica todo. Él es Robert. Hola, Frank, tu madre me ha hablado mucho de ti. Hemos estado saliendo desde hace 3 meses. Suficiente. Demasiado. No es que desee que su madre se quede sola para siempre, pero Robert y su padre se parecen demasiado físicamente. Eso le trae recuerdos, le devuelve las voces que intenta olvidar.

Cuando se da cuenta, está en el piso, con las rodillas contraídas al pecho, los dientes apretados para que no salga sonido y las manos presionando sus oídos para que no entre. Intentan calmarlo, pero no medita mucho su huida, se levanta y sale corriendo, incluso deja atrás su plaza. Está tan cansado...

Se sienta en la descuidada banqueta, su vista no es clara. ¿Qué tanto silencio debe haber para escuchar a una lágrima romperse al tocar el piso? ¿Podrías escucharla mientras las nubes caen también? Quizá Gerard no pueda hacerlo de esa manera, pero lo siente, y cuando se asoma por la ventana del departamento donde vive con su hermano y madre, sabe que debe impedir que aquella persona continúe mojándose. Toma un paraguas y baja las escaleras.

La niebla está brillando, ¿o es su mirada?