No necesito decir que te quiero [FRERARD]

15

Gerard sabe que él se irá, lo siente por la manera en que lo besa; como pidiendo perdón. Como diciendo adiós. Y quiere morirse en ese mismo instante, se odia por no poder gritar que lo ama, por no poder escucharlo si tiene que decirle algo importante, por no poder defenderlo de quien se lo lleva, porque cuando él se vaya, una parte suya también lo hará, y no está seguro de poder con ese vacío, así como no sabe si podrá volverle a ver.
Alguien sigue apretando el nudo de su garganta hasta que no puede seguir, y termina escondiéndose en el cuello de Frank, aferrando las manos a su espalda, como si eso pudiera evitar algo.

Porque no importa que sea invierno, las hojas pueden seguir cayendo. Pero no quiere ser el único que lo note... así se ve la soledad. ¿Tú la has visto? Él la conoce, y no le gusta jugar con ella.

Frank lo siente temblando entre sus brazos, y quiere desaparecer también, porque pudo haber evitado ese momento con unas cuantas palabras, pero cuando iba a hacerlo, no pudo ni abrir la boca, las palabras se rehusaban a ser escuchadas.
Quizá esa sea la razón de hablarle a Gerard. Nunca lo juzgaría si usaba las palabras equivocadas, ¿y eso de qué sirve, si lo más probable es que no vuelva a verlo?
Toma el rostro de Gee con delicadeza, sus ojos le dicen toda la impotencia que está sintiendo, y le dedica una sincera mirada de "nada de esto es culpa tuya", vuelven a besarse, se toman de la mano y juguetean con los bordes de sus chaquetas hasta que el reloj de Frank emite un pitido. Es hora de volver a casa.

Sólo queda una cosa por hacer. Frankie se aproxima discretamente al oído del ser más bello que podrá conocer, lo disimula con un abrazo.

-No necesito decir que te quiero, porque eso ya lo sabes, pero... tampoco puedo irme sin hacerlo.

Lo besa por última vez, recorre su rostro con la vista, y como un regalo, él le sonríe mientras hace lo mismo. Una gran voluntad dentro de Frank lo hace girar al sentido contrario y comenzar su nuevo camino. Gerard lo sigue con la mirada, incluso después que es imposible distinguirlo, se queda ahí.

Las nubes rompen en llanto como aquel día, enmascarando el ruido de dos corazones rompiéndose.
Al menos, el frío les sirve un poco para tranquilizarse.