1. Primera Caza

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No sabía si es que mil luces apuntaban hacia mí , pero me veía sumida en un paisaje blanco que me cegaba por completo. Estaba segura de que mis párpados se encontraban cerrados y por más que intentaba cambiar eso, era incapaz de lograrlo. No podía moverme.

Lo último que recordaba y aun no estaba completamente segura de si había sido verdad; era ver la plateada luna llena y luego un dolor agudo en la palma de mi mano, tan intenso y doloroso que era como si miles de cuchillos se incrustaran en ella. Me había retorcido de dolor, ya que con el tiempo el dolor en lugar de apaciguarse se volvió aun más penetrante, al tiempo que se extendía lentamente por todo mi cuerpo, era como si fuera cortada, al mismo tiempo que era calcinada y golpeada.

Recordaba también un ardor en la garganta que casi me impedía respirar  y me sumía en una oscuridad tan absoluta como el fondo de un pozo o el propio infierno.

Había sentido como si mi piel fuera arrancada de mis huesos mientras  estos ardían perennemente; el dolor era real  lo vivía sin letargo y sin descanso. Deseaba morir.

Deseaba morir y que el dolor acabara con la muerte; anhelaba por cualquier medio que alguien acabara con mi vida y así arrancara el sufrimiento, la angustia y el silencio que me atormentaba.

Por supuesto no pasó y me retorcí de sufrimiento por varias horas continuas que parecieron milenios.

Me arqueé  en silencio, el solo recuerdo era doloroso.

En este momento el sufrimiento que acometía a mi cuerpo, no era nada con el descrito anteriormente y se fue deteniendo en el momento en que el cielo comenzó a  apagarse y en el instante exacto en que el astro rey desapareció por completo, también lo hizo mi agobiante tortura.

Estaba recostada, sobre pasto seco en un terreno desierto similar a una pradera.

Escuchaba a unos Km. Al este el sonido monótono de las astas de un molino al rasgar el aire; olía al oeste, grandes cantidades de agua salada, que escuchaba formarse en olas y romper furiosa contra las imponentes piedras. 

Me senté, observando el paisaje muerto de hierba seca crecida. Era de noche y aunque la luna ya reinaba, yo veía con total claridad, mejor aún, distinguía cada color más vivo y sentía millones de veces mejor las diferentes texturas y las diferentes tierras que palpaba con mis manos. Manos que ahora que los observaba mejor, eran de un color bastante parecido al de la luna sobre mí.

Tenía la piel de un color blanco a perlado impresionante, atrayente y hermoso. Mis manos delgadas y dedos largos brillaban a la luz de la luna y sobre todo una franja plateada en el dedo anular, un anillo plateado hermoso con una rosa grabada. Me puse de pie a una velocidad sorprendente y no pude evitar sonreír, parecía ser algo semejante a un dios. Era increíble, mire mi reflejo con detenimiento, en un charco de agua acumulada. No solo parecía tener las potestades de un dios si no que también me parecía físicamente a uno.

 Habían pasado probablemente un par de horas ya que la luna se había movido considerablemente. Sin embargo el paso del tiempo era distinto ahora, lo sentía más lento, pero no lo había notado con mi entusiasmo en mis nuevos" poderes ".

Estaba desnuda, hace ya décadas que lo había notado, pero no le había dado importancia.

Tenía sed y olía algo delicioso en la probablemente granja, cerca del molino.

Abrí la boca inhalando el aire cargado del delicioso olor y empecé a correr inconscientemente, iba tan rápido, que la imágenes a mi lado deberían a verse visto borrosas, sin embargo eso no era siquiera una posibilidad con mi nueva visión; la sensación era inigualable.

En pocos minutos había llegado. Era una granja, sonreí, no me había equivocado.

Solo tuve que empujar la puerta con una fuerza mínima, para que esta se desprendiera de su marco y cayera al piso causando un potente ruido. Me mantuve quieta examinando la habitación, que era seguramente la cocina. Había dos distintos aromas parecidos y atrayentes; uno era más potente que el otro, pero el otro se encontraba más cerca.

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