7. El Esperado Regreso

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Veía las nubes moverse, las estrellas brillar y en el instante en que comprendí que toda la visión del prado había sido un recuerdo, un grito desgarrador me distrajo.

Un grito que me hubiera helado la sangre y puesto la piel de gallina de haber sido humana, un grito lamentable y profundo lanzado desde lo más hondo de un humano.


La vida escapándosele con cada sonido que salía de su garganta adolorida.

Mis ojos se desorbitaron al ver al último humano retorcerse de dolor en el piso y al mismísimo Greco ya abastecido de él, tratando de inmovilizarlo. Empezaba su trasformación.


No importa cuán capaz de molestarme eran esos humanos, no había sobre la tierra ser al que deseara un dolor semejante, lo había vivido en carne propia, si bien yo no había podido moverme como el humano-dos, sin duda recordaba el sufrimiento, tanto sufrimiento que había deseado morir.


Quería morir, no pedía nada mas, ninguna otra muestra de compasión, solo que se detenga, que pare. QUE PARE.


-          Que pare!- Saura me miro como si estuviera loca y realmente debí parecerlo.

-          Una vez que ha empezado no hay marcha atrás.

No. Me senté lejana a Greco, a los gritos, el solo recuerdo me dificultaba la respiración, como si lo volviera vivir.

Como si volviera a estar en llamas, hice una mueca y el gesto al parecer alerto a Saura, quien apareció a mi lado.


-          ¿Cuánto va durar esto?- pregunte cabizbaja. Saura se encogió de hombros.

-          Es distinto en cada persona.  Algunas les dura un día otros 4 o hasta una semana.

-          ¿Quién aguantaría una semana?- pregunte sin realmente hacerlo. Pero Saura contesto.

-          Marcus – la mire desorientada y sorprendida- por eso es tan fuerte... por eso no tardara en regresar- susurro determinada.



Paso un día. Un día entero en que el pelirrojo no dejo de gritar, un día en que descubrí que el rubio no había muerto o no del todo.

Lo había visto mover sus dedos, tenía los ojos firmemente cerrados su corazón no latía, fácilmente podía pasar por muerto pero no, estaba transformándose.

Lo notaba aunque me hubiera tomado un día para hacerlo, su piel palidecía de a pocos, su cabello tomaba más brillo y su rostro se volvía más atrayente.


Lo observe por un poco más. "Por poco lo había matado" pensé, sintiéndome algo culpable.


-          La culpa no es de vampiros- susurro Saura que en casi un día no se había separado de mi lado. Me vigilaba, pero ¿por qué?


...


Termino el día y llego la noche, la ansiada noche. Por fin podía liberarnos de esas gruesas capas negras. En el día nos habíamos adentrado en el bosque y habíamos ganado terreno. No por que quisiéramos establecernos, eso sería imposible teniendo humanos tan cerca. Sería demasiado tentador.

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