6. Recuerdos y Sangre

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-          No digas que no te lo advertí-

Mis manos se aferraron a su nuca inmovilizándolo totalmente, mis colmillos se clavaron de un solo movimiento en su garganta. Volvía a ser tan salvaje como siempre y por fin, por fin volvía a probar ese suculento manjar.

Ese liquido cálido y rebosante de vida, vida que era arrebatada por mí.

Saura arrugaba la nariz, aguantando claramente la respiración. Y el chico, el joven, estaba quieto cada vez apoyaba mas su peso sobre mí, se desvanecía lenta y dolorosamente.

De sus labios salían solo suspiros entrecortados, mezclado con intentos de palabras. Di un sorbo más amplio, que le arranco un gemido de dolor y por un segundo mi minúscula parte humana se compadeció otra vez. Mis manos se aferraron con más fuerza en su cuello, le quitaría la vida de un movimiento, no sentiría nada, sería muy rápida.

Todo el dolor desaparecería en un solo segundo y el me agradecería.  Sabia en carne propia lo que era desear estar muerta y no poder sentir otra vez.

Pero  Saura fue mucho más rápida que yo y en un solo instante, me doblo ambos brazos hacia atrás y me estrello con furia contra una pared. Rugí enloquecida y mis antiguas ganas de descuartizarla llegaron con más fuerza.

-          Te dije que no!-  gruño molesta- lo quiero vivo.- me solté enseñándole lo colmillos  manchados de sangre y ella retrocedió en el instante, había dejado de aguantar la respiración y el olor le había llegado.  Mis ojos destellaron de la emoción, estaba sedienta. Su mirada se volvió carmesí por mucho menos de un segundo pero fue una señal.

-          ¿Lo quieres?- susurre limpiando los labios con malicia y señalando con un gesto el cuerpo débil que estaba a punto de caer.

Saura lo agarro en el aire y se deslizo hasta el piso, sosteniendo el cuerpo, bebiendo su sangre. Matándolo.

Sonreí victoriosa. Que Saura allá matado al chico que debió salvar, me hacía sentir igual, ya no era la única vampira que no controlaba su propio cuerpo o era dominada por la sed. Era igual que ella. Igual que todos.

Después de todo a quien querían engañar, todos en su campamento estaban a unas horas de despellejarse entre ellos por un poco de sangre. Por la oportunidad de perforar el cuello de algún mortal.

Estaba segura porque  yo lo haría, mataría mil veces  por sangre.

Gruñí,  alguien nos había visto, escuchaba sus latidos acelerados,  su pulso  y olía su vitalidad.  Era tan fácil detectarlos, todos emanaban vitalidad y calor.

Lo atrape mucho antes de que siquiera pensara en huir. Su pecho subía y bajaba, mientras sus ojos  observaban los míos desde la corta distancia que la mantenía.

Era otro chico, cabello rojizo y ojos azules, bastante atractivo para ser un humano.

Le sonreí  siniestra, con una mano le tapaba la boca y con la otra inmovilizaba sus brazos.

Frágiles humanos con algo de fuerza se rompen. Apreté uno de sus brazos y el crujido y la mirada de dolor de su rostro, me alertaron de que le estaba rompiendo un brazo.

Me sorprendí tanto que casi lo solté. Las lágrimas se acumulaban en el borde de sus ojos mientras miraba hacia arriba, casi le había roto un brazo  y ni siquiera había pensado en hacerlo. ¿Por qué?

-          No lo tortures- susurro Saura completamente recuperada.- no aun.

La mire interrogante, éramos vampiros, la vida de un humano se hacía polvo en nuestras manos y eso no importaba.  Saura preocupada por un simple humano?- le dedique una mirada interrogante.

-          Estamos huyendo- contesto levantando el cuerpo sin vida de nuestra primera víctima.- no queremos que nadie nos siga. Tráelo.

Asentí. No quería dejar huellas o por lo menos eso tenía más sentido que creer que sentía compasión por el mortal.

Saura llevaba al chico que casi le doblaba la estatura en los brazos, ciertamente era una imagen graciosa, pero ni siquiera una sonrisa apareció en mi rostro.

*/*/*/*/*/*

El fuego al centro de nosotros ardía.

No es que Saura y yo necesitáramos calor, pero nuestros "invitados" podrían congelarse.

En la ultima hora Saura había roto su marca corriendo y yo la mía tratando de seguirle el paso. No fuimos con el resto del aquelarre.  El olor los volvería locos, aun así Saura se mantenía alerta.  Y en unos minutos pude descubrir porque.

Dos capuchas negras como la noche ondearon al viento a una distancia prudente de nosotros. Saura se puso de pie, corriendo hacia ellos yo la imite, sabía que eran parte de nuestro clan, pero Saura  se había apurado en detenerlos, supuse que para que ellos no llegaran a nuestros invitados.

Las capuchas cayeron hacia la espalda de nuestros compañeros. Y dos miradas acusadoras se clavaron en nosotros.

Micaela y Greco.

-          Nuestro clan esta a punto de destruirse solo.

-          Contrólense ya tendrán su recompensa por aguardar.- emitió con rudeza ella.

Sabía las acusaciones tras sus palabras tranquilas. Y aun asi Saura los enfrento con tranquilidad, ella los observaban atravesándolos con la mirada y finalmente hablo.

-          Micaela puedes irte – pronuncio dándole la espalda a ambos y corriendo nuevamente hacia los mortales.

Micaela apretó los dientes y por un segundo no se movió, tenía una mirada endemoniada y los ojos brillando como el fuego. Ella era alta delgada, fuerte y tenía a Greco de su lado, una sonrisa de medio lado apareció en mi rostro mientras imaginaba una batalla entre ambas.

Sería divertido pero... Micaela intercambio una mirada con Greco, para luego salir corriendo de regreso.

Hice una mueca de decepción  y seguí a Saura con Greco  a mi lado.

Greco estaba enloquecido con el olor del mortal que yacía inmóvil y tendido en el piso, está dormido, desmayado o quién sabe, lo miraba como a la cena que no había probado en meses y tras un asentimiento de Saura, lo mordió.

...

Calor.  Cuando me senté frente al fuego un calor familiar me envolvió suavemente. Estaba desconcertada, había estado frente un fuego así antes, pero no podía recordarlo.

Mi falta de memoria era irritante, todo el tiempo sentía esa especie de dejavu que no podía explicar, esos recuerdos borrosos.

Ese lobo.

El recuerdo del prado verde y lobo corriendo hacia mí me inundaron el pensamiento, el lobo asesinado por Jouna.  Me había dolido su muerte. Dolor. Lo había sentido en ese momento, no podía comprenderlo, pero lo había sentido.

Mire el cielo, que cada vez estaba más claro. Nos quedaba poco tiempo de oscuridad.

Veía las nubes moverse, las estrellas brillar y en el instante en que comprendi que todo la visión del prado había sido un recuerdo, un grito desgarrador me distrajo.

Un grito que me hubiera helado la sangre y puesto la piel de gallina de haber sido humana, un grito lamentable y profundo lanzado desde lo más hondo de un humano.

INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora