Capítulo 7

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Segunda parte

La traición

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En el transcurso de la noche, tanto Gale como Peeta se despertaron sumergidos en un deseo que los estaba consumiendo internamente. El joven soldado, a pesar de la ducha fría y una rápida masturbación, no logró controlar su curiosidad, sentía enormes deseos por saber qué se sentía estar con Peeta, el cual por más que lo intentó, no pudo conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada, después de conseguir que Katniss se durmiera, sin tan siquiera darse cuenta de la ausencia de su pareja, siendo Effie quien le inventara a la chica una mentira blanca sobre Peeta, notificándole que el chico había salido de la casa por petición suya.

—Esto no puedo soportarlo más —se dijo a sí mismo Gale, después de sacudir violentamente las sábanas, incorporándose de la desaliñada cama, la cual había quedado hecha un completo revoltijo ante las interminables vueltas de un lado y del otro, intentando conciliar el sueño—. Quiero verte. —Se colocó su pantalón de algodón engomado en la cintura y una remera blanca, la cual contrastó con el color verde olivo de sus pantalones.

Se colocó los tenis y salió sigilosamente por la ventana, rodeando la casa de Haymitch por la parte de enfrente, ya que sentía que la puerta trasera daba más visibilidad al exterior que la principal, llegando hasta una de las ventanas frente a la casa del ex–mentor, temiendo que no fuese la del cuarto de Peeta sino la de Katniss.

Intentó recordar las posiciones de las alcobas en el interior de la casa, imaginando que aquella ventana era exactamente la de la habitación de Katniss en la época en que ellos habían recibido la casa en la aldea como premio, recordando que ahora era Peeta quien ocupaba dicha habitación y Katniss la de su madre, dejando la de Prim completamente clausurada.

Pensó en tocar el vidrio, pero al ver que se encontraba unos cuantos centímetros abierta, decidió abrirla por completo, intentando no hacer mucho ruido, apartando las cortinas, justo cuando Peeta se incorporó de la cama, caminando hacia la puerta.

—¿Peeta?... —llamó en voz baja el joven soldado, intentando mantener las cortinas apartadas—. ¿Peeta?... soy yo... —Pero el chico no se detuvo, saliendo a paso lento de la habitación, mientras Gale pretendía introducirse en la alcoba, tratando de no enredarse entre las cortinas—. Maldición —soltó por lo bajo al caer al suelo, intentando quitarse las cortinas de encima, cerrando, después de incorporase del suelo, tanto la ventana como las cortinas, acercándose lentamente a la puerta de la recamara.

Se asomó en busca de Peeta sin intención alguna de salir de la habitación, ya que al lado de esta se encontraba la alcoba que ahora ocupaba la joven Everdeen, temiendo que esta se hubiese despertado y Peeta hubiese acudido a su llamado.

Agudizó la vista en la oscuridad de la casa, intentando ver si había ido al baño, pero la puerta se encontraba abierta y el escusado vacío, enfocando sus ojos en la cocina, donde vio la espalda del rubio muchacho frente a la encimera, observando detenidamente un punto sobre esta.

—¡Maldita sea!, Peeta... ¿Qué haces? —Dijo más para sí mismo que para Peeta, al ver el extraño comportamiento del muchacho, el cual no se movió de su puesto—. ¿Estará dormido?... A lo mejor es sonámbulo —susurró en voz baja, observando como el chico al fin se movió, levantando el brazo derecho para tomar algo entre sus manos, lo cual Gale no pudo distinguir desde aquella distancia.

"Vamos, Vamos... ven aquí, regresa", pensó como si tuviese una especie de poder mental que lograse transmitir sus pensamientos al alelado muchacho, el cual comenzó a caminar de regreso a la salida de la cocina, donde la luz que se coló desde la calle, dejó relucir lo que Peeta había tomado entre sus manos.

Un juego entre dos sinsajosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora