Capítulo 11

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El domingo había llegado al fin, los ánimos de ambos jóvenes se encontraba por los suelos, ya que tanto Gale como Peeta, percibieron que el tiempo había trascurrido demasiado rápido, y que los días que no estaban juntos, pasaban extremadamente lentos.

Se encontraban en la plaza central del distrito, donde un aerodeslizador había venido por el capitán Hawthorne, el cual le pidió a Peeta que le acompañara hasta la plaza para poder despedirse como él deseaba, pero la verdad era otra, Gale había estado evasivo hasta el último día en el distrito, intentando no darle de que hablar a su madre.

—¿Cuándo vuelves? —Preguntó al fin Peeta, sin querer formular aquella pregunta.

—No lo sé... —Por supuesto Gale tampoco deseaba responderla, ya que era cierto que no sabía cuándo volvería después de aquel último permiso.

—Voy a extrañarte... —Gale sonrió ante las dulces y muy sinceras palabras de su amigo y amante, mientras caminaban al aerodeslizador, donde varios oficiales, entre ellos Johanna, le esperaban.

—Y yo... Peeta... —Le dio una mirada por el rabillo del ojo, comprobando que el chico le contemplaba con una amplia sonrisa—. No me mires así o me harás raptarte. —Peeta rió, acercándose a la nave, después de saludar a varios peatones, deteniéndose justo enfrente de Johanna, la cual dejó su rígida postura de oficial para abrazarle con todas sus fuerzas.

—Hola, mi delicioso malvavisco relleno. —Gale negó con la cabeza, sonriendo ante aquella forma tan "suya" de saludar a Peeta.

—Hola, Joha... —El joven Mellark correspondió a aquel fuerte abrazo, al igual que el sonoro y efusivo beso que la chica le entregaba—. Me alegro el volver a verte. —La joven oficial y el sonriente capitán intercambiaron miradas, donde Gale pudo ver la socarrona sonrisa de Johanna, mientras ella contemplaba el ruborizado rostro de su superior, ya que ella sabía perfectamente lo que ocurría entre ambos hombres.

—Dime algo... —Johanna se apartó de él, manteniendo las manos sobre sus hombros—. ¿Cómo te trata mi capitán? —Gale tornó el rostro serio, tratando de restarle importancia a aquella pregunta, ya que Peeta lo primero que hizo fue verlo a él a la cara antes de responder.

—Bien... es mi mejor amigo... —Johanna abrió los ojos desproporcionadamente, en un gesto de asombro, por demás fingido.

—Woow... y algo más, supongo... ¿o no? —Tanto Gale como Peeta clavaron sus estupefactos ojos en la chica—. Digo, se llevan tan bien, que parecen casi hermanos del alma. —Johanna Intentó cubrir sus impertinentes palabras, y aunque Gale le había comentado a Peeta el que la oficial Mason sabía, el joven Mellark se rehusaba a creerlo.

—Bueno... —interrumpió Gale, aquella amena y peligrosa conversación—. Será mejor irnos. —Peeta no pudo ocultar su tristeza ante aquello, observando cómo Gale, subía la rampa de abordaje, haciéndole un ademán con la cabeza para que le siguiera.

—Con permiso —le notificó Peeta a Johanna, la cual asintió apartándose para que el joven Mellark subiera a la nave—. ¿Qué sucede? —le preguntó a Gale, quien se colocó al final de la cabina de carga, susurrándole a Peeta.

—Lamento haber estado estos últimos días tan apartado de ti. —Peeta alegó que no tenía importancia y que él entendía a la perfección que no podían estar las veinticuatro horas juntos—. Sí, lo sé... —Bajó el rostro, pensándose el modo de notificarle lo de su madre, sin asustarle—. Mi madre me preguntó por qué yo pasaba tanto tiempo a tu lado. —El rostro de Peeta pasó del blanco al rojo en cuestión de segundos.

—¿Y tú que le dijiste? —Gale bajó nuevamente el rostro, contemplando sus botas.

—Nada... le dije que eran cosas suyas... que tú y yo solo nos llevábamos bien y que ahora teníamos muchas cosas en común. —Por supuesto aquello era mentira, la realidad era que después de aquella conversación con Hazelle, Gale había intentando no estar mucho con Peeta, para que la mujer no retomara nuevamente aquella incómoda conversación—. Creo que es mejor que no vuelva hasta que acabe el año. —El rostro de Peeta pasó de la incertidumbre al desasosiego tan rápido, que no pudo disimularlo.

Un juego entre dos sinsajosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora