Capítulo 16

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La noche había caído sobre el joven Mellark, el cual no se movió durante el transcurrir de la tarde, aquella que dio paso a una fría y desolada oscuridad en el bosque, sin que Peeta decidiera moverse de su inanimada posición sobre el suelo boscoso, contemplando el firmamento.

No pudo dejar de pensar en lo que había hecho, en su mente y su corazón no cabía tanta bajeza de su parte, tanto odio hacia el soldado que lo único que había hecho, era complacer los deseos de una caprichosa mujer, quien después de tanto tiempo, aún no sabía a cuál de los dos hombres amaba en realidad.

—Te herí. —Volvió a decir el perturbado y lloroso joven en el suelo, como un mantra que al parecer, intentaba conseguir de Peeta un poco de cordura y autoflagelación, lo que por supuesto, más que ayudarle, lo estaba torturando y hundiendo cada vez más—. Te herí porque tú me heriste. —Intentó autoconvencerse, pero no había consuelo para su maltrecho corazón, nada lo sacó de su inmutable postura sobre el suelo, ni siquiera los estruendosos gritos de Haymitch y de Effie, los cuales trataban de dar con el paradero del muchacho.

Contemplaba sin tan siquiera pestañar el cielo o eso parecía, pero en realidad se encontraba sumergido en una nebulosa que no lo dejaba escuchar los gritos del atolondrado ex mentor y su pareja, la cual ya había perdido uno de sus costosos zapatos de tacón, el cual quedó atrapado en el fangoso terreno.

—No creo que esté aquí, Haymitch... hemos estado casi una hora pegando gritos y no... —Las palabras de Effie se transformaron en un grito de asombro al caer al suelo precipitadamente, después de tropezar con las piernas del joven panadero—... Por todos los cielos... ¿pero qué es esto?... —Haymitch se arrojó al suelo, no para recoger a la pobre mujer, sino para aferrar a Peeta de los hombros, mirando al muchacho de pie cabeza.

—¿Peeta?... Háblame, muchacho... ¿Qué haces aquí?... —Pero el imperturbable joven no se movió, mirando fijamente al cielo.

—Lo herí —repitió por trigésima cuarta vez, contemplando a la nada.

—¿Ha quien heriste? —preguntó Haymitch, mientras Effie comenzó a gatear hacia el muchacho, examinándole las fachas, a ver si había sufrido algún daño físico.

—Lo herí... —soltó nuevamente en aquel todo de voz que parecía provenir de una mente perdida en el laberinto del dolor y la incomprensión—. Herí a Gale. —Haymitch negó con la cabeza, intentando levantar al chico del suelo.

—Gale, está bien... —Peeta al fin dejó de contemplar a la nada, enfocando sus vidriosos ojos sobre Haymitch, el cual logró al fin, incorporar el torso del muchacho, sentándole sin dejar de examinarlo detenidamente—. Él me llamó preguntando por ti, yo le dije que tú aún no habías regresado, pensé que ambos se habían ido del distrito, pero me asusté cuando se comunicó conmigo y me preguntó si ya habías llegado. —Peeta parecía no poder asimilar cada palabra, no podía entender por qué después de haberlo herido, golpeado y humillado como lo había hecho, Gale aún seguía preocupado por su bienestar.

—¿Cómo está él? —Haymitch miró a Effie, la cual comenzó a quitarle las hojas secas que se adhirieron a su desaliñado cabello rubio, sin decir ni una palabra, siendo el ex mentor quien volviera a hablar.

—Gale está bien, Peeta... bueno, no lo vi... él llamó por teléfono. —Peeta enfocó sus ojos sobre Effie, la cual le sonrió dulcemente, peinándole los cabellos hacia atrás—. Pero su voz sonaba muy normal... es decir, por supuesto que se encontraba perturbado por todo lo ocurrido y de vez en cuando se le quebraba la voz pero... —Peeta comenzó a llorar al escuchar aquello—. No, no... ¡por favor!... cálmate... Gale está tranquilo. —Effie abrazó al tembloroso joven, el cual se dejó cobijar entre sus maternales brazos, ya que, aunque Effie no tenía hijos, ella siempre había sido un poco maternal con los jóvenes tributos.

Un juego entre dos sinsajosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora