La nueva mafia escolar

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Capítulo VI

Era una de las reuniones más tediosa del club de mateatletas primeramente porque la presidenta, Mandy Anderson, una chica cruel de fríos ojos azules y pelo negro muy mal peinado, se había pasado la mitad del tiempo insultando a los nuevos, era como la bienvenida.

—... Si no ganamos el estadal y es su culpa estarán en problemas, haré lo que sea para que los expulsen y se arrepientan por toda su vida. Recuérdenlo o sufran las consecuencias. Demuestren que son más que la mayoría de los tarados. —Dicho eso, la chica bajo del estrado y se dirigió a la izquierda, al pizarrón. Debían practicar cada semana, mantenía la mente de Zac ocupada, no tenía muchas cosas que hacer. Pero ahora era diferente, porque estaba Sarah y con sus amigos salían más que una vez por semana— ¿Alguno de ustedes, tarados, sabe cómo resolver esto?

Ni siquiera eran ejercicios de un libro, eran hechos por los mateatletas, o sea, mucho más difíciles. Zac iba a levantar la mano cuando vio la expresión amenazadora de Mandy, se cruzó de manos con rapidez, la pregunta era solo para los nuevos.

Zac los observó, algunos temblaban, él había temblado, habían pasado años desde entonces, ya no le temía a tantas cosas. Recordó algunas vacaciones trabajando con su familia, negociar con armas era peligroso, aunque no era ilegal, había personas que trataban de robar armas de depósitos y a su familia no les gustaba que los robaran. Era exactamente el quinto robo, su familia, exactamente su tío y su primo, decidieron montar guardia esa noche.

Era una noche fría y dejaron las puertas del almacén abiertas, su tío vigilaba por las cámaras mientras ellos esperaban escondidos en el gigante almacén, era alto y espacioso, casi repleto de cajas con armas y municiones. Su primo le hablaba de la universidad, de las fiestas, le decía que él no sabía divertirse, que debía vivir, pero él no conocía nada más, no sabía de fiestas y le asustaban ¿Y si no sabía de qué hablar? ¿Si lo juzgaban? En esa época, a los doce, le asustaba de todo. Pensó que no temería si sabía defenderse pero le daba miedo practicar algún deporte de combate por salir herido.

La charla empezó a hacerse regaño cuando su tío por el walkie-talkie les aviso que ya los ladrones venían. Eran tres, cubiertos con máscaras. Ya habían avisado a la policía para que los apresaran, pero su familia quería darles una lección. Su primo se incorporó y ayudo a pararse del suelo al menor. Solo él tenía arma, Zac estaba ahí por mandato de su madre, tenía que aprender el negocio y como defenderlo, o al menos eso había dicho ella.

Estaban abriendo una caja cuando los sorprendieron, su primo estaba en la esquina del pasillo para tener cobertura. Los apuntó y les grito.

—Bajen las armas y déjenlas en el piso.

Zac lo admiraba, era fuerte, valiente, su voz no tembló ni un segundo, el brillo en sus ojos por proteger lo suyo nunca desapareció. Pero eso no fue suficiente, los malhechores rieron antes de apuntarlo, todos dispararon, su primo, Wade, había practicado toda su vida, prácticamente, a disparar, les dio a dos antes de caer. La sangre se esparcía por el piso, su tío lloraba y gritaba "¡Toma el arma y mátalo, Zac, toma la maldita arma!".

Se la arranco del cuerpo inerte de su primo, no pensaba en nada excepto una cosa, tenía que ser valiente, como él, vivir la vida como él, hacer más que encerrarse y aislarse. Apuntó, su pulso temblaba, las lágrimas luchaban por salir, disparó casi sin querer. "Un tiro perfecto" dijo una voz en su cabeza. El enmascarado cayó con un tiro en la frente. Ahí el mundo se vino abajo. Su tío había llegado, lloraba al lado de su hijo muerto. Había sido una mala idea, una pésima idea.

Zac siempre creyó que su familia era como alguna clase de mafia, pero esa noche quedó sin dudas. Al llegar la policía su tío les montó una historia sobre lo que había pasado y les pagó por su silencio, el día siguiente no hubo ningún titular relacionado con el asunto, nadie sabía nada. Su primo, Wade, sus amigos siempre pensaron que murió limpiando un arma, eso fue lo que dijeron en el funeral.

Azul marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora