14.- Todo... ¿Bien?.

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Apenas los perdí de vista fui dónde el Fabian a contarle lo que me había pasado en el baño.

— ¿Estai bien? Cabro culiao lo veo y le saco la chucha — dijo enojado.

— Debe de andar curao por ahí — contesté sin ponerle mucha atención a eso.

— ¿Y tus queridas amigas?.

— Maraqueando, digo, en los juegos.

El Fabian se rió.

— Te juro que ya me tenía las weas chataaas, tenía unas puras ganas de chantarle su combo en el hocico.

— Gabi no te pongai bélica tampoco po.

— Oye Fabi — le dije — ¿Me acompañai a los juegos? — le pregunté poniéndole cara de perro mojado.

— Aaah, que paaaaaja — me dijo sin ganas. Lo seguí mirando un rato hasta que agachó la cabeza — Ya— terminó cediendo.

Dejó a otro weon del curso a cargo y lo arrastré hasta los juegos.

— ¿Dónde querís subirte Fabi? — pregunté mirando los juegos.

— A esa wea que sube y baja de repente — dijo ahora entusiasmado, tss andamos bipolar oye.

[...]

— Oh la wea brígida — dijo el Fabian cuando nos bajamos.

— Si — me reí — Todavía tengo esa sensación e la guatita — dije sobando mi estómago fuertemente, como si la sensación se fuera a ir. Pero parece que la sensación no era por el juego, si no porque seguía pensando en que podía estar haciendo el Ignacio con la Sofifi.

— Querís ir a ver al Ignacio ¿Cierto? — me preguntó después de un rato de silencio.

— ¿Ah? Que estai hablando — reí nerviosa — el juego me dejó media marea nomás, no te pasis rollos.

— Gabi, quizás tengas un magister en mentiras como dice tu mamá, pero a mi no me puedes mentir — dijo mirándome fijamente. Odiaba que hiciera eso, me hacía sentir transparente.

— Ya si, quizás tengai razón...

— ¿Querís subirte a la rueda?.

— Ya, vámos.

Llegamos y la fila no era muy larga, pero si había que esperar un poco.

— Gabi espérame un cachito, voy al baño y vuelvo al toque — dijo y se fue corriendo.

Narra el Fabian.

Puta la wea, me daba tanta lata ver así a la Gabi weon y más aún si era por un mino como el Nacho porque tampoco hay que echarle toda la culpa a la Sofia. Podríamos decir que ella tiene el noventa por ciento la culpa y el otro diez por ciento la tiene el Ignacio, que no es menor.

Corrí por la feria como si la vida se me fuera en ello buscando al Ignacio y cuando lo encontré parecía como si la Sofia estuviera amarrada a su brazo con una cadena porque no lo soltó en ningún momento de todo el rato que los seguí. Que enfermante.

Cuando se pusieron a la fila para los autitos chocadores -que por cierto, la wea estaba llena- me puse unas personas más atrás y cuando la Sofia se distrajo y lo soltó fui y agarré al Nacho del brazo.

— Ándate a la rueda de la fortuna — dije y me puse en el lugar que estaba él.

Los sacrificios que uno tiene que hacer por los amigos...

Cuando la Sofia volteó a ver donde se supone debería estar el Nacho pero en cambio estaba yo su cara cambió altiro. Estoy seguro que la Gabi hubiese pagado lo que sea para verla.

Weona yeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora