Capítulo 10

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Cuando aún los primeros rayos del sol no habían salido ella ya estaba poniendo inicio a su largo día con una taza de té entre sus dedos que a tiempo pausado y ausente subía hasta sus labios para darle un sorbo comprobando como poco a poco se iba templando.

Aún tenía tiempo suficiente para subir a el despacho del director por lo que continuó apoyándose en la encimera de la cocina durante unos minutos hasta que al final dejó la taza y caminó a el dormitorio alzando una mano que emitió un brillo violeta y hizo la cama en un momento. Ozpin había tenido que salir para hablar con los consejeros en persona, ella misma lo había empujado a hacerlo después de todo a él se le daba mejor tratar con las personas que a ninguna otra.

Glynda suspiró pasando otra mano por el aire al mismo tiempo que algunos libros volaban por su cabeza y se colocaban en perfecto orden sobre una estantería. En sí el pequeño lugar donde vivía siempre estaba ordenado debido a que con un simple movimiento de mano todo estaba colocado en su respectivo lugar pero esa mañana en especial habían algunas cosas fuera de lugar por lo que con un nuevo suspiro deslizó la mano por la estancia atrayendo su arma a su mano para deslizarla por su pierna.

Con un nuevo movimiento de mano la puerta se abrió dejándola pasar y cerrándose a sus espaldas sin apenas hacer ruido. Caminó a el mismo tiempo que oía la fuerza de sus pasos contra el suelo dirigiéndose por un largo pasillo vacío hasta estar frente a las puertas de un ascensor, mientras esperaba que las puertas se abriese notó como los nervios se apoderaban de sus manos y comenzó a abrir y cerrarlas intentando hacer desaparecer el sentimiento en el silencio.

Si Ozpin había echo bien su trabajo no tendrían la presión continua que el consejo había empezado a ejercer desde que Ironwood llegó a Beacon. El general se mantenía en una saludable amistad con los consejeros y como tal aprovechaba sus charlas amenas y poco formales para sacar a relucir el tema que lo molestaba enormemente desde que llegó a el reino y que se había tomado el tiempo en manifestar frente a Ozpin y ella considerables veces.

Las puertas del ascensor se abrieron con un suave sonido, la mujer vio con sorpresa al salir que Ozpin aún no había llegado por lo que con pasos suaves caminó hasta ponerse junto a la mesa del director mirando el reloj. Técnicamente Ozpin no llegaba tarde aún, pero por lo general siempre que acababa una reunión con ellos se presentaba sin demoras ni rodeos en el despacho con mal humor contenido y ella debía encajar durante un tiempo su silencio.

Glynda observó el día a través del cristal del reloj, el calor del sol entraba por el cristal dejando un resplandor de color oro sobre el escritorio y ella misma. La rubia comenzó a considerar que Ozpin se había entretenido tal vez con algún alumno que despertaba temprano para correr aprovechando la tranquilidad de la mañana para pensar en sus problemas o lo que les deparaba las clases del día aunque hoy era el baile.

Un segundo después de comprobar que llegaba oficialmente tarde pudo oír que el ascensor emitió el sonido propio para dar a entender que alguien había llegado dejando efectivamente a Ozpin en su oficina. Llevaba la misma ropa que siempre pero el pañuelo en su cuello estaba más caído de lo que acostumbraba como si se hubiese estado tirando de el por el nervio tal vez de no saber que decir, sonrió alegremente al ver a Glynda .

- Glynda ¿ A que se debe el placer ? -. Sus ojos brillaron tras sus gafas debido a el sol que bañaba parte de la estancia, su compañera levantó una ceja.

- Habíamos quedado en vernos hoy.

- Cierto pero sin embargo , siempre , es un placer verte -. Sonrió acercándose a ella dejando un beso en su mejilla. La mujer no pudo evitar sonreír mientras notaba como se volvía a poner nerviosa mientras el calor se acentuaba en sus mejillas.

El Concepto De CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora