El espía

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El espía

El sol comenzó a salir desde las montañas, iluminando el pasto y la nieve, era un brillante día.

—¡Haru, Haru!— Cuando despertó, no lo vio en la cama. Se levantó y lo buscó en la bañera, en la cocina, en el salón principal, pero Haruka no estaba, abrió la puerta de madera, quizá había salido a ver el estado de las redes, pero, en la puerta, no era Haruka el que lo estaba observando, delante de él estaban un par de ojos púrpuras, y cabellos rosáceos.

—¿Kisumi?

—Hemos descubierto quién es el espía, es Haruka.

—¿Qué?—los ojos de Makoto se abrieron de par en par, ¿Haruka? No, Haruka era incapaz de hacer algo como eso.

—Él y sus cómplices están en la montaña, así que ya sabes que hacer, encárgate de él.

—Eso no puede ser....—tartamudeó Makoto con la mirada perdida.

—Hay evidencia... Hay cartas—susurró Kisumi con una sonrisa.

Makoto se quedó pensativo y después caminó a la pequeña mesa en la que Haruka solía quedarse hasta muy tarde escribiendo cosas, abrió uno de los viejos cajones de madera y sacó la última carta que había dejado con la fecha de ese día.

—¿Recuerdas del hombre pelirrojo que mataste en Kyoto?—Kisumi se sentó en el tatami y prendió un cigarrillo— Haruka era su prometido, se iban a casar unas semanas después.

La voz de Haruka llegó a la mente de Makoto "En medio del caos en Kyoto, él fue asesinado".

Dejó caer aquella carta, no hubo necesidad las cartas, ahora lo entendía, Makoto sonrió de forma ladina y volteó a verlo, mientras muchas cartas sin entregar caían al frío suelo.

Había estado caminando por largo rato en la nieve, y por fin había llegado al templo de la montaña, un par de pupilas rojas le observaban entre el vaho que formaba su aliento. Sonrió y apretó sus manos contra su pecho.

—Haruka-kun...—susurró una pelirroja de kimono verde que miraba a través de los árboles.

Abrió la puerta y después miró unos cabellos anaranjados, Haruka le miró con despreció y la mirada le fue correspondida con unos ojos escarlata.

Makoto iba caminando, con la mirada perdida, los recuerdos de aquel pelirrojo atormentaban su cabeza, mientras que Kisumi dejaba de fumar en la vieja casa de madera, observó el lugar y después soltó una risita.

—Bueno, no tiene caso que me quede a esperarte Makoto, me retiro—soltó al aire mientras tiraba el cigarrillo al suelo.

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Makoto seguía caminando, sus ánimos estaban tan decaídos, y lo único que pensaba era en ¿Por qué a él le tenía que ocurrir eso? "¿Cuánto tiempo más tendremos que vivir así?" veía la nieve mientras las palabras de Haruka inundaban su mente.

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—¿Por qué involucraste a Gou en esto?

—Una muchacha preguntaba por un joven de ojos azules como el zafiro en Kyoto, y la policía dijo que nos encargaramos de él. Básicamente, fue de la misma manera en que llegaste tú.

Haruka desvío la mirada y después volteó a ambos lados.

—¿Estás sólo?

—Sí, hasta ahora.

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