— Vamos, déjame ver eso —pidió el rizado, pero Gerard se negó a descubrir su rostro de entre sus manos. No quería hacerlo, lo único que deseaba en ese momento era desaparecer y que todo lo malo terminase. De alguna forma sentía que era mucho pedir, que no sería posible.
Luego de un rato oyó suspirar al hombre, dando a entender qué finalmente se dio por vencido. Dejó de insistirle, lo cuál estuvo bien para él. Quería estar solo.
— Déjalo, Ray —murmuró con negación Bob, a su lado— Nuestro trabajo simplemente es traerle comida. Se supone que no podemos hablarle. Frank lo espetó así.
— ¿Acaso te crees que no lo escuchó? Sé muy bien cuáles fueron sus órdenes— bufó, algo molesto por la insinuación— Solo quería ver el golpe en su rostro, es todo.
Bob soltó una risita burlona.
— Conociendo a Frank, probablemente le ha hecho hematomas en todo el cuerpo. Después de lo de anoche... Ya veo porque está tirado así. Ni siquiera debe poder moverse, el muy marica.
Gerard sintió como el sujeto le pateaba una pierna, quizás esperando que presentará algún tipo de reacción. No lo hizo.
— Ya ves —señaló a su amigo— Frank sabe cómo domesticar a las perras. No creo que este de aquí nos cause más problemas. Está bien domado. Ahora vamos, no quiero estar aquí más tiempo del debido.
Pudo oír como el sujeto rubio abandonó la habitación. Ray se disponía a seguirlo, pero antes de poder hacerlo Gerard le tomó del brazo y le hizo detenerse. Ahora dejó al descubierto su demacrado rostro sucio por el llanto y lo miró a los ojos.
— Por favor —rogó, tratando de hacer que su suplica pudiese servir de algo. No creía haberle rogado a nadie antes— Tienes que ayudarme.
Su voz se oía ronca y sus miembros se encontraban temblorosos, apenas podía mantener su agarre sobre el brazo del otro. Luego del violento martirio que le tocó vivir la noche anterior, Frank se deshizo de él al igual que haría con un trapo viejo luego de usarse. Se divirtió a base de su sufrimiento y al cansarse, simplemente le dejó abandonado a un lado, como si no valiera nada.
Gerard había llorado durante todo lo que duró el proceso; Frank no solo había irrumpido dentro de él a la fuerza una vez, sino que lo hizo una segunda y otra más. Todas las veces se sintieron igual de tortuosas para Gerard; le hacía doler y sufrir, se empecinó en morder su piel para dejarle marcas por doquier. Solo eran un recuerdo constante de lo sucedido. Cuando terminó de usar su cuerpo a su gusto se sintió sucio, muy sucio. Y esa sensación no desapareció.
Ray miró bastante sorprendido su gesto, pero rápidamente lo apartó y miró a sus espaldas, tal como si temiera que alguien lo hubiese visto.
— No puedo —susurró, negando con la cabeza.
— Te lo suplico, eres mi única oportunidad real de salir de este infierno —sollozó, sin importarle parecer un bebé. Él ya no tenía dignidad, y la poca que aún conservaba se encontraba manchada. Frank se había ocupado de hacerlo.
— No, no lo entiendes. Yo no puedo ayudarte. En serio lo lamento, pero... —se interrumpió a sí mismo, con una mueca— Lo siento.
— ¡No, por favor! ¡Espera! —le llamó Gerard cuando comenzó a alejarse, implorando algo de piedad. Pero no logró hacerlo y vio con impotencia como se marchaba, como el pequeño astibo de esperanza que aún le quedaba por poder escapar se esfumaba de su ser. Aunque en realidad lo había perdido hace mucho. Se dejó caer de nuevo en el mugriento colchón. Y lloró, lloró por todo. Ya no lo soportaba.
Aquella noche, Frank entró a sus aposentos.
Gerard temió tan pronto le vio poner un pie dentro. Un gemido ahogado escapó de su boca, incluso antes de que hiciera algo. Trató de hacerse una bola pequeña sobre sí mismo, quizás de esa forma lograría pasar más desapercibido. Quizás de esa forma... El moreno no hiciese lo que había venido a hacer. Sabía que era poco probable.
Le vio acercase hacía el colchón, para luego sentarse en un borde de este. Gerard se alejó lo más que pudo de él, hasta que rozó la pared y ya no pudo hacerlo. Si trataba de huir o evitar la situación... Todo sería mil veces peor. Cubrió su rostro cuando el otro levantó una mano. Frank sonrió.
Pero en lugar de promocionarle un golpe como Gerard pensó que haría, se limitó a rozar sus cabellos suavemente. Su mano luego bajó a su cuello y finalmente a su espalda, por debajo de su camiseta. Sintió un escalofrío cuando su piel fría entró en contacto con la suya.
— Voltéate —le susurró, casi en la altura del oído.
Gerard así lo hizo. Realizó un esfuerzo para no dejar caer las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Frank le observó por largo rato, satisfecho con lo que había logrado hacer en él, todo el temor que le había infundido a base de maltratos.
— ¿No te dije que sería más fácil de está manera? —cuestionó, sonriente. Gerard no dijo nada, no debería hacerlo a no ser que le diera permiso para hablar.
Frank se alzó por sobre él y llevó sus manos a su cremallera. Su miembro se dejó ver en todo su esplendor poco después. Y al darse cuenta de lo que esperaba que hiciera, Gerard comenzó a negar con la cabeza.
— N-no... No, no quiero —balbuceó— No...
— Hazlo —ordenó. Supo por el tono de su voz que aquel día no se estaba para juegos ni para dar vueltas.
Sin embargo, Gerard no se movió ni un centímetro de su lugar. Se estremeció cuando Frank le tomó del cabello con dureza y le hizo ponerse de rodillas frente a él. Ya no logró contener las lágrimas cuando le obligó a meter su pene en su boca.
— Anda, comienza —demandó— Esa linda boquita tuya sirve para algo más que solo insultar. No seas tímido, sé que sabes hacerlo, como la zorra sumisa que eres.
Gerard comenzó a chupar cuando sus demandas solo aumentaron. Pero al poco tiempo de haber comenzado, Frank le hizo detenerse al proporcionarle un golpe en la mejilla.
— Sin dientes.
Retomó su tarea en medio de las lágrimas, pronto los gemidos de placer ajenos inundaron la habitación. Frank le sujetó por el cabello para incrementar la sensación, lo que solo contribuyó a hacer que su boca comenzará a doler por su exigencia. Más de una vez sintió ahogarse, pero al otro no pudo impórtale menos y le instaba a seguir.
Cuando vino en su boca algo de tiempo más tarde, le hizo tragarse su semilla. Le sobrevinieron arcadas al tener que tragar el líquido salado, aún más al sentirlo bajar por su garganta.
Después de eso, Frank volvió a retomar las riendas. Se colocó entre sus piernas y le quitó los pantalones de un brusco tirón. Lo mismo hizo con su ropa interior segundos aparte. Tomó sus piernas con firmeza a ambos lado de su cuerpo, Gerard cerró los ojos. Está vez no opuso resistencia. No valía la pena hacerlo, si Frank quería algo... Lo tendría.
Trató de bloquearse internamente mientras le desfloraba, trasladar su mente a otro sitio mejor. A un lugar donde no existiera el sufrimiento ni Frank. No le fue fácil. Esa era su vida ahora; su existencia se basaba en servir de muñeco sexual a la persona que le había raptado y alejado de su hogar.
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Stockholm Syndrome ↠ Frerard
Fiksi Penggemar"El síndrome de Estocolmo se presenta cuando la víctima desarrolla un fuerte vínculo afectivo hacia su secuestrador."