6. La que quiere saber más

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Debía de admitir que inicialmente desconfiaba de la apariencia del Caballero errante que se había presentado frente a su padre, el renegar de un apellido no le daba buena impresión, pero que hubiera separado a su hermana de un peligro al que ella se había expuesto sin darse cuenta hizo finalmente que cambiara su opinión de él. Algo en su voz le hacía confiar, debía aceptar, e insistió tanto en acompañarlas al menos hasta estar de vuelta en los alrededores del castillo que ella terminó por ceder. Lynette la había mirado con recelo cuando aceptó, cruzó sus brazos y se adelantó. El joven Neil también se dio cuenta de ello, pues había soltado una risa cuando su hermana menor había dado varios pasos delante de ellos.

—Parece que no que no soy del agrado de su hermana —comentó él—. Creo que la he ofendido al entrometerme, mas no podía dejarla cometer tal imprudencia. Pido que me disculpe ante ella cuando tenga la oportunidad.

—No debe sentirse mal, Lynette odia cuando es corregida, en especial cuando sabe que se ha equivocado. —Recuerda que siempre la reprende cuando se tropieza con sus propios pies y ella siempre se enoja mucho por ello, diciendo que hay cosas más importantes que "un par" de tropiezos.

Los ojos color agua del joven hombre observaban cada uno de sus movimientos, y no podía evitar sentir un ardor en las mejillas. Era un hombre atractivo, no podía negarlo, antes no había podido apreciar bien sus ojos ni las facciones de su rostro, pero fue el comentario acerca de la canción del bardo lo que provocó que su corazón latiera un poco más rápido. Ella jamás había escuchado aquella tonada, muy hermosa por lo demás, por lo que su sorpresa fue bastante grande cuando aquel músico dijo querer tocar una melodía inspirada en ella. De dónde habrá salido era algo que no sabía, era una descripción tal vez un tanto exagerada de ella, mas no podía negar que el halago había sido mucho cuando el Caballero señaló aquella frase:

«Sé quién es, he escuchado de Aldair una canción sobre usted. Debo decir que no le hace justicia a su real belleza».

Era un desconocido, bien lo sabía, pero parecía ser alguien agradable.

Cuando llegaron hasta el mercado habitual de la ciudad su hermana se separó de ellos más todavía, perdiéndose entre la gente y los comerciantes que sí eran de Parlosk. El Caballero Neil le platicó de muchos temas mientras andaban, tanto que habían comenzado a caminar en círculos sin darse cuenta hasta que su hermano mayor la había encontrado. Junto a él venía Lugh y Lynette, quienes parecían discutir como siempre.

Lugh se mostró reacio al nuevo, prefiriendo decir algo que molestara a su hermana menor antes que presentarse. Su hermano, por el contrario, se mostró muy cordial frente al desconocido, comentando lo correcto que había hecho en la mañana y lo bien que se había mostrado durante ese primer día de torneo. El joven Neil aceptó todo con una humildad que ella jamás había visto. Cuanto más tiempo estaba junto a él, más le llamaba la atención el hecho de no conocer su pasado.

Todos tienen una historia, Arwen lo sabe y siendo ella tan interesada en los cuentos e historias de todo lo que había ocurrido antes de que ella naciera sentía una necesidad nata de conocer el pasado que había detrás de tal hombre como para decirse un Caballero errante, aquellos que prefieren no jurar lealtad eterna a un Señor sino hacer lo que consideran más correcto, tal vez vendiendo su espada como cual mercenario pero que poseían algo que los primeros carecían: el honor.

En su familia siempre se había enseñado que el honor a los suyos era el punto más alto de la vida, algo simple, si no defendías a tu gente, valías sencillamente nada. Arwen sabía también que, siendo un matrimonio con el hijo un Señor de rango similar al de su padre o con un vasallo de éste lo que le esperaba en el futuro, no podía permitirse mirar aquellos ojos de agua clara como lo estaba haciendo.

La Doncella de Parlosk (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora