Memorias

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Hoy  a la luz de las velas he decido abrir una vez màs mi corazón. Con tinta indeleble escribiré los versos sutiles que nacen al susurrar tu nombre; tengo en esta tierra 96 años, de los cuales 77 he pasado recordando aquellos paseos otoñales, donde tú, mi estrella brillante hacías de cada día un instante màgico, y el tiempo ahincado ante ti esperaba pacientemente a que lo liberaras para continuar su infinito círculo. El sillón carmesí, donde solíamos sentarnos a beber un buen vino, leer un libro, y relatar historias que llenaban el alma. El sillón ha perdido casi todo el color, los años no fueron piadosos con él tampoco, y como lo prometimos entre copas y jubilo, jamàs se arregló, tampoco se vendió, y mucho menos se regaló. No recuerdo cuàntas veces decidí dejar todo eso atràs, continuar con mi existencia, borrar toda esencia, y fingir que nada pasó. Pero en las noches elucubraba, respiaraba hondo y observaba a la luna llena, y era ella la que entre pesares y azares, siempre me decía; si la borras, tu tambièn desapareceràs. Al principio no lo entendía,   la rabia me invadía, y las làgrimas salían. Era tan injusto, solía decirle postrado de rodillas. Me tendía boca abajo, y en un intento de huir, cerraba los ojos  y con las manos me tomaba de la cabeza para liberarme aunque fuera un segundo de tu existencia. Eran tiempos tortuosos, acoquinado en un rincón, maldiciendo y supurando ira y odio. Años pasaron, y aunque confort logré encontrar en otras mujeres, jamàs mi  corazón
Tocaron, principalmente porque, donde se supone que debe haber un alma y un corazón, solo queda un hueco hondo que alberga a demonios invocados por el rencor. La ironía yace en el tiempo; antes no transcurría, él me sumergía entre anhelos y utopías, me permitía saborear el nectar de tu alma, de tus labios, de tu cuerpo. Aquella danza infinita de olores, sabores y expresiones me encerraban a través de magia y hechizos, diseñados para sentir felicidad. El hechizo se rompió amor, y el precio lo paguè yo; otro amor encontraste y lejos marchaste, mientras yo encerrado en aquel cuento de hadas, solo expiaba mis carmas, e intentaba curar el alma. De eso ya hace mucho tiempo amor mío, fuiste feliz, aunque la vida gira sin fin y por azares del destino, tu felicidad eterna duro menos que un parpadeo. El día que moriste, lo hice yo también. Desee con toda mi alma que la muerte me reclamase como su propiedad, pero ella me olvidó, se jacta y me observa, le gusta verme sufrir, tengo 96 años y no te he olvidado, tengo 96, pero mi energía es de un chico de 16. Tengo 96, y no he enfermado nunca, camino, corro, consumo chatarra que llaman comida, y bebo sin cesar, y la muerte, la maldita muerte, me impide verte una vez màs. Mala memoria tengo, pero tu rostro y cuerpo presentes los tengo, mi alma recuerda tu esencia, pura, cristalina, etérea. Eras la mujer perfecta, eras y seràs mi amada rosa color violeta .

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