¿Hogwarts?

¡Bienvenidos a Hogwarts!

Niños, de alrededor once y doce años, caminaban detrás de aquel gigante que los guiaba cruzando por los pasillos de aquel lugar.

Increíble.

Si, esa era la palabra que no dejaba de circular por las pequeñas y jóvenes mentes de cada uno de aquellos niños.

—Bienvenidos a Hogwarts. —dijo una señora, de ya una edad avanzada, rubia canosa, ojos azules claros, pero conservando elegancia- parecida a la de la realeza. — Ahora, antes de reunirse con el resto de sus compañeros—continuó— serán seleccionados en sus respectivas casas: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw o Slytherin.

¿En qué casa iré? Si, ese era el actual pensamiento de cada uno de los presentes.

—Recuerden que mientras dure su estadía aquí, estas casas, serán su segunda familia. Con sus triunfos ganarán puntos, y así mismo podrán perderlos. —Al decir esto último cierta dorada se colocó un tanto tensa.

Debería darlo mejor de sí para que eso no suceda.

—No te preocupes, dudo que seas de las problemáticas. —susurró divertido cierto platinado a su lado.

—¿Y quién dijo que no? — replicó de la misma forma.

Él solo le dio un pequeño guiño que hizo que ella soltara una ligera sonrisa. Flynn y Bunny, que estaban tras de ellos, se daban una mirada cómplice entre ellos observando la escena. Y a la vez, cierto par de chicos también se percató de aquello.

— ¡Hey!— dijo Jack en dirección a cierto castaño—Te conozco. De la tienda de Madame Malkin, ¿verdad? — este asintió solamente.

—Hola chicos. — se escuchó alegremente a la dorada.

—Nos vemos otra vez, rubia. — le sonrió aquella rojiza.

—Hola. — dijo incomodo el castaño.

No es que la chica no le agradara, era solo que, cuando se conocieron en el tren, parecía la típica sabelotodo.

—Espera... ¿Los conoces? — preguntó el platinado.

—Sí, él es Hiccup Potter y ella... —Rapunzel iba a presentar a la rojiza cuando fue interrumpida.

—Sabía que tu nombre se me hacía conocido. Así que Potter, ¿eh? —sonrió socarronamente. — Debí haberme presentado mejor, soy Jack Malfoy. —pronunció inflando en pecho y extendiéndole una mano amistosa.

La rojiza bufó.

—¿Te parece cómico algo acaso?— no hubo repuesta alguna por parte de la rojiza. —Eso creí. ¿Weasley, verdad?— Mérida aún no decía nada. — Debí imaginarlo, solo hay que verte para darse cuenta. — La rojiza lo fulminó con la mirada. — Deberías elegir mejor tus amistades, Potter.

—Créeme, mejor no lo pude haber hecho. —comentó secamente.

Mérida lo miro sorprendida y el castaño le dio una sonrisa. Aquel platinado no podía creerlo... ¿Acaso lo habían humillado?

La tensión en el aire podía cortarse con el filo de una tijera.

Cierta dorada presente no sabía cómo actuar. Le hubiera sido mejor que los tres se llevarán bien, ya que a ella le caían de maravilla. Pero, ¿por qué Jack se comportaba de esa forma? Tan ¿prepotente? ¿O será que así era en realidad y ella no se había percatado?