Fin del Verano.

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Realmente no pudo contenerse.

—No te rías. — hacia puchero mientras un ligero carmesí tornaba su rostro.

—Per-r-dón. — se disculpó conteniendo otra carcajada.

—Te lo dije. — reclamó. —Esa mujer es una fiera sin corazón. — frunció el ceño.

— Es tu madre. — sonrió.

— ¡Eso es lo peor! — se cruzó de brazos. — ¿Qué madre hace eso? — se quejó. La dorada intentó decir algo, pero la interrumpió. — Solo mírala— señaló. —; ahí, haciéndose la oveja frente a tus padres.

—Me alegro que se lleven bien. —comentó, observando la escena tras de ella.

— Si, yo igual. — sonrió. — Pero, ¡ese no era el tema!

— Ya, ya calma. — le sonrió. — No te queda mal. — adquirió palmeando la cabeza de la rojiza.

— ¡¿Cómo osas?! — se indignó. — Sin mi cabello, no soy yo. —la miró molesta.

— Al menos tienes, agradece. — sonrió burlona. — Mira ninguno de los trillizos— señaló a cierto trio en la entrada. —, se está quejando como tú. —aseguró. —Y eso que están, literalmente, calvos. —soltó otra carcajada. La rojiza la miró con cara de pocos amigos. — Lo siento. — aclaró su garganta. — Lo que quiero decir es, mírale el lado positivo.

—¿Y cuál, se supone, es ese? — desvió la mirada.

— Tienes, como diría mamá, "un aire fresco."sonrió.

— ¿Fresco? — indagó. — A esto—señaló su cabeza. —, ¿le llamas "fresco"? —chilló. Ella contuvo otra risilla.

Realmente no podía creer que, alguien tan dulce y tranquila como era la Sra. Weasley, pudiera hacer tal cosa... No creía que sería tanto escándalo por una simple revista; ni tampoco, que su instinto estuviera equivocado, nunca lo hace. Aunque, conociendo a el cuarteto de rojizos, seguramente aquel castigo fue el resultado de varias, muchas, y deschavetadas travesuras en conjunto.

Pero, aun así, ¿no era mucho? Bueno, no era su asunto, y la verdad, no era su estilo burlarse de penas ajenas, pero... ¡¿Trasquilarlos?! Eso es ser extremista... Y la había tomado por sorpresa, ¿y a quien no? El trio demoniaco había sido rapado, totalmente, y la pobre rojiza tenía un corte de hongo, que resaltaba sus redondos cachetes.

Pobres...

Soltó otra carcajada.

—Para con eso, rubia. — se cruzó de brazos, la rojiza.

—Lo siento, enserio. — se disculpó, ocultando una sonrisa. — Ya volverá a crecer. — trató de consolar.

—Ese no es el punto. —hizo puchero. — Este no va a ser mi año...

—No seas tan pesimista. — palmeó su espalda.

— Tengo una corazonada. —se defendió. —Además, — el tintineo de la puerta abriéndose la interrumpió, dejando ver a cierto castaño, acompañado de cierto gigante. — ¡Hasta que por fin se aparece el señor!

El castaño no alcanzó ni a replicar, ya que, cierta dorada se abalanzó con alegría a darle la bienvenida.

—¡Hiccup! ¡Estoico! — abrazó al castaño, siendo correspondida. — Me alegro verlos. — les sonrió al separarse del abrazo.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2017 ⏰

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