QUE LOS TÍTULOS

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Llenó dos vasos de tubo de ron hasta la mitad, y abrió un botellín de cola para volcarlo por encima de estos.

Las dos clientas le sonrieron mientras le pagaban y se llevaban los cubatas a una mesa, ambas cuchicheando y lanzándole miradas a medida que se alejaban de la barra.

Derek ni siquiera se percató de ello. No estaba para ligues, y mucho menos para mujeres. Toda su atención estaba focalizada en Stiles, a quien hacía sólo unas horas que no veía pero ya echaba de menos.

Atendió a otras personas de la barra mientras continuaba pensando en sus cosas.

Vio a un par de hombres altos entrar en el bar. Ambos iban ataviados con trajes, demasiado arreglados para la categoría del lugar. Se acercaron a la barra, concretamente hacia él, que terminaba de batir la coctelera y volcarla sobre un vaso temático especial para el cóctel que le habían pedido.

Los dos hombres no se hicieron esperar, y mientras Derek cobraba al cliente sacaron las placas del FBI y se las enseñaron. Hale supo al momento de quiénes se trataba. No eran agentes y mucho menos del FBI: eran los cazadores. Los padres de Stiles.

—Estoy trabajando—les dijo—. Cerramos a las tres. Si pueden esperar hasta entonces...
—No, no podemos esperar—negó el rubio—. Eres Derek Hale, ¿verdad? Venimos a hacerte unas preguntas.
—¿Sobre qué?—preguntó distraídamente mientras fregaba unos vasos en la pica y los secaba con un trapo.
—Sobre el incendio que se declaró en tu casa hace cuatro años—respondió el más alto. Al contrario que el rubio, este hablaba con más suavidad.
—No quiero hablar de eso—terció—. No son buenos recuerdos, así que entenderán que intente olvidarlo.
—Es por una buena causa—insistió el castaño.
—¿Cuál?—quiso saber—. ¿Van a devolverme a mi familia? No, ¿verdad? Pues dejen que siga trabajando.

Clavó la vista en los vasos, pero al momento sintió la mirada del rubio muy cerca. Se había inclinado sobre la barra para que sólo él le pudiera oír:

—¿Crees en los hombres lobo, Derek Hale?

El moreno levantó la mirada para enfrentar la del falso agente, intentando escudriñar en su cabeza para leer sus intenciones.

—¿Por qué me pregunta eso?
—Deja de hacerte el tonto—gruñó—. Dime: ¿cómo lo haces para no transformarte en luna llena?
—Está loco—Sin embargo, sintió un nudo en el estómago que le hizo dejar el trapo y el vaso en el fregadero antes de que se le cayeran al suelo.
—Dean—Sam le sujetó del hombro, tirando de él hacia atrás, ya que se estaba acercando de forma muy intimidatoria al moreno—. Cálmate.
—No te acerques a Stiles—Le señaló con el dedo de forma acusatoria—. ¡Te lo advierto, Hale! No te acerques a mi hijo.
—¡Dean!—Sam se dio cuenta de que la gente empezaba a mirarles y le agarró del otro brazo, tirando de él hacia la salida mientras Dean seguía señalando a Derek con el dedo y con mirada asesina.

Salieron fuera y Derek tragó saliva, intentando seguir con su faena.

—¿Quiénes eran esos?—le preguntó la otra camarera—. ¿Eran del FBI?
—Un par de locos—respondió—. Las placas eran falsas.

Ahora sí que tenía claro que su vida estaba en peligro.

X X X

—¡Suéltame, Sam!

Estaban fuera del bar, en mitad de la calle.

Su hermano lo llevó hasta el Impala, metiéndolo casi a empujones en el asiento del copiloto para que pudieran hablar con las puertas cerradas. Una vez se sentó a su lado, se aseguró de que no pasaba nadie por allí y agarró a Dean de las solapas de la chaqueta.

EL LOBO Y EL CAZADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora