ESTA HISTORIA

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2

La jornada de instituto acabó, y Stiles salió del edificio con sus dos nuevos amigos. Se dirigió con ellos hacia la zona de aparcamiento de bicis, donde ellos tenían las suyas.

—¿Viene a buscarte tu tío?—le preguntó Scott, agachándose delante de su bicicleta y abriendo el candado de la cadena.
—Le he dicho que no. Paso de que Whittemore se vuelva a burlar de mí.
—No le sigas la corriente—le recomendó Isaac, que era más rápido y ya se había montado en la suya—. Eso sólo le hará sentirse más poderoso.
—Lo sé, pero estoy harto de ser el rarito de todos los institutos a los que voy. Aquí ningún alumno es traído ni recogido por sus familiares, así que yo haré lo mismo.

Caminó junto a sus amigos, que pedaleaban muy despacio para ir al ritmo de Stiles.

—¿Piensas ir andando hasta tu casa?—le preguntó Scott, intentando hacer el caballito pero fallando en el intento—. Te vas a aburrir. Si quieres puedo llevarte.
—¿Cómo? Sólo hay un sillín en tu bici, Scott.

El chico señaló la rueda de atrás. De la zona central, punto donde se unían todas las varillas del radio, sobresalían a cada lado un par de hierros.

—Sube los pies a esos hierros y apóyate en mis hombros. Te puedo llevar mientras vas de pie.

Hizo lo dicho. No era especialmente cómodo tener que ir de pie, pero le salvaba de tener que hacerse todo el recorrido andando y solo.

Pedalearon con Isaac hasta llegar al final de la calle, donde el rubio tuvo que despedirse ya que vivía en otra dirección.

—Oye, Stiles—le dijo Scott—. Aún falta un poco para la hora de la cena, y en bici te llevaré en un santiamén a casa. ¿Te apetece que nos desviemos un poco para enseñarte un lugar de interés de Beacon Hills?
—Bueno...—No es que fuera fanático de hacer turismo y visitar monumentos, pero le vendría bien socializar un poco con su nuevo amigo—. Vale, vayamos.

Se desviaron del camino que iban a tomar originariamente y Scott pedaleó todo lo rápido que pudo.

Stiles empezó a preocuparse al ver que habían dejado atrás la urbanización y se quedaban sin acera, comenzando a pedalear por el arcén de la carretera.

—Esto... Scott...—musitó—. ¿No decías que me ibas a enseñar un lugar de interés?
—Así es.
—Se supone que los puntos de interés suelen encontrarse en el centro del pueblo o ciudad en cuestión.
—Este no. Confía en mí.

¿Confiar? Stiles había aprendido que no podía confiar en nadie, que ese vecino con rostro campechano y amable podía ser un vampiro ansioso por beberse su sangre, o que aquel señor de traje del cruce de caminos no estaba haciendo autostop, sino que se trataba de un demonio dedicándose a la compra de almas.

¿Cómo iba a confiar en un chico que acababa de conocer?

—Mira, yo me bajo—le dijo, pero iban demasiado rápido como para intentar poner los pies en el suelo.
—Que no, escucha. Es que es una casa que está en el bosque.
—¿En el bosque?

Scott se salió en un pequeño desvío no pavimentado donde el camino lo marcaba la tierra. Tuvo que frenar y hacer que ambos se bajasen para continuar andando.

—No está muy lejos, te lo prometo. Es una casa en el bosque que tienes que ver.

Ascendieron por una pequeña pendiente, Scott empujando la bicicleta por el manillar y Stiles preguntándose una y otra vez si era buena idea continuar caminando con él.

EL LOBO Y EL CAZADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora