Y DESEANDO

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6


Al día siguiente, Stiles tomó su bici mientras sus padres se ponían los trajes que usaban cuando se hacían pasar por agentes del FBI. Aquella mañana la pasarían en el archivo de Beacon Hills, buscando casos de antiguas muertes bajo circunstancias sospechosas para intentar buscarles relación con la más reciente.

A la hora de recreo tocaba partido de lacrosse. Isaac y Scott eran miembros del equipo y les tocaba jugar, de manera que Stiles se sentó en la grada junto al resto del alumnado para contemplar el partido.

A él le hubiera gustado jugar, pero acababa de ingresar nuevo al instituto y aún no había tenido tiempo de hablar con el entrenador y solicitar una prueba de acceso. En realidad se le daba mejor el fútbol, pero aquel deporte siempre había llamado su atención.

Dejó de darle vueltas al asunto cuando miró al otro lado de la verja que delimitaba el patio. Ahí estaba Derek, de pie y con las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros, observándole.

No se lo pensó dos veces. Bajó de la grada y cruzó por la parte de atrás de la misma, asegurándose de que todo el instituto prestaba atención al terreno de juego y no a lo que sucedía al otro lado.

Llegó hasta la verja, donde Derek aguardaba con expresión seria, la cual fue suavizándose a medida que veía al chico acercarse.

—Tenemos que hablar después de clase—le dijo el mayor.
—¿No puede ser ahora?
—No, aquí no.
—Pues no puedo esperar.

Echó la mirada hacia atrás, asegurándose de que todos estaban pendientes del partido, y empezó a escalar la verja.

—¿Pero qué haces, Stiles? Te vas a hacer daño.

Llegó hasta la parte de arriba, pasando con cuidado una pierna por encima y luego la otra, aferrándose a los alambres. Colocó el pie mal sobre uno de ellos, resbalando y cayendo.

Por suerte, Derek ya estaba preparado para algo así y estiró los brazos, cogiéndolo en peso cuando el chico aterrizó sobre estos.

—Vaya, sí que eres fuerte—se sorprendió al ver que el moreno no había sufrido lo más mínimo al detener su caída.

Hale no respondió. Le sonrió y le dio un corto beso en los labios como respuesta antes de dejarlo en el suelo.

Stiles se ruborizó.

—¿Vas a huir otra vez?—le preguntó con cierta burla.
—No.
—Entonces vámonos. Tengo ahí el coche aparcado.

Montaron en el Camaro. Stiles sacó su móvil y dejó un mensaje en el grupo de sus amigos, pidiéndoles que recogieran sus cosas ya que estaba haciendo novillos.

—¿Me invitas a comer a tu casa?—le preguntó—. Me voy a saltar el almuerzo.
—Mejor comemos en la tuya—respondió—. Pero tus padres estarán trabajando, ¿no? ¿Por qué no vamos a verles al taller?

Se le resbaló el móvil y cayó en su regazo. Miró al moreno con expresión asustada, sintiéndose acorralado.

—¡No puedo!—exclamó—. Se supone que estoy en clase. Si me ven aparecer, y encima con un tío mayor de edad, se me cae el pelo y a ti también.
—Bueno, pero es que yo quiero conocerles—Se cruzó de brazos—. ¿O es que tienes algo que esconder? ¿Dónde trabajan?
—En un taller. Ya te lo dije—Se le secó la boca.
—Perfecto. En CUÁL.

El chico balbuceó, intentando recordar el nombre de alguno pero sin éxito.

—Mira, Stiles. No sigas mintiendo—le dijo, descruzándose de brazos y apoyando las manos en el volante, aún con el coche parado—. Sé que tus padres no son mecánicos. Sé que me has mentido.
—¿Has estado indagando?—se enfadó—. ¡Tío, eres un controlador!
—No es por eso. Verás, es que soy muy desconfiado con la gente, ya te lo dije, y como me saltaste con evasivas cuando te pregunté, que hasta huiste de mí, pensé que me habías mentido.
—Y eso hice, Derek. Lo siento, pero es que mis padres trabajan en algo muy raro que no todo el mundo vería bien, y me tienen prohibido hablar de ello.
—¿Son gogós?
—¿Qué?
—Olvídalo—Arrancó—. Vamos a casa. He hecho la compra y hoy sí que puedo cocinarte algo.
—¿Por qué ese interés en conocer el trabajo de mis padres, Derek?—le preguntó, desconfiando—. No es algo de vital importancia, ¿o sí?
—No, no lo es—mintió—. Y perdona por haber investigado por mi cuenta en lugar de volver a preguntarte. Debí intuir que si me lo ocultabas no era por voluntad propia. Yo sólo quería saber más sobre tu familia. Curiosidad, ya sabes...
—Está bien. No pasa nada. Tampoco es un trabajo muy especial. Es sólo que no quieren decirlo abiertamente.

EL LOBO Y EL CAZADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora