Eran las seis de la mañana, y ya estaba saliendo el sol. Me levanté, me puse una nueva ropa, me peiné y antes de salir, heché un último vistazo a lo que había sido mi casa en el tiempo que había vivido aquí. Cerré la puerta y guardé la llave en la mochila, quizás la necesitase cuando volviese.
Caminé rápido hasta el puerto, y me alegró no ver a nadie allí, odiaba las despedidas. Asi que fui preguntando, y cuando un hombre me dijo que iba a Pergrande, le dije mi nombre y me dejó subirme al barco.
Solté la mochila, y me senté sobre un barril. El hombre me dijo que saldríamos en diez minutos. Diez minutos que se hicieron eternos.
Cuando el barco ya se había puesto en movimiento, mi nombre resonó de fondo. Me giré y fijé mi vista en el muelle en el que había estado. Varias lágrimas bajaron por mis mejillas al ver allí a Gray, Juvia, Levy y Wendy, todos alzando sus manos despidiéndose mientras secaban las lágrimas que también salían de sus ojos. Después, también pude distinguir a Happy, quien volaba a toda velocidad hacia mí. Cuando me alcanzó se tiró a mis brazos y lloró.
-Luce, no te vayas, por favor. -dijo entre lágrimas- ¡Olvídate del tonto de Natsu! ¡Hay más gente que te quiere!
-Ya no hay vuelta atrás Happy. Me iré siete años, y cuando vuelva quiero que todo haya cambiado. Que las cosas que me hacían daño, en un futuro me hagan reír.
Se soltó de mí, y como volaba, el barco lo fue dejando atrás. Alcé mi mano y me despedí de todos.
-¡Diles a todos que les quiero, Happy! -grité llorando.
-¡Aye Sir! -dijo él también llorando mientras volaba devuelta al muelle y me daba la espalda.
* Pasada la semana, por fin llegué a mi destino. Había sido un largo y cansado viaje.
Cuando bajé del barco con la mochila colgada a mi espalda, pude distinguir a una chica entre toda la multitud que se dirigía corriendo hacia mí.
Cuando llegó respiró algo cansada, pero luego me miró y sonrió.
-¡Bienvenida a Pergrande, Lucy! -exclamó contenta.
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