Capítulo 30

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Aleksi

La brisa revolvió el cabello rizado de Bella. Se estremeció y se aferró a su abrigo mientras salía del auto y nos deteníamos frente al teatro. La obra que se llevaría a cabo serviría para recaudar dinero a favor de los niños que luchaban contra el cáncer. No era fan de esos eventos y tampoco era una buena persona, pero me gustaba conservar la imagen de filántropo.

Mi hermoso pajarito estuvo indiferente el resto del viaje, pero sus ojos azules empezaron a iluminarse cuando vio el viejo teatro. Le entregué el pequeño folleto y sostuve su mano.

—Romeo y Julieta—dije—. Estoy seguro de que te gustará la obra.

Bella me miró boquiabierta.

—Siempre quise venir a un teatro.

Mis labios se inclinaron en una media sonrisa. Por supuesto que sí. Ella era una romántica empedernida.

—Puedes darme las gracias después, cariño. De nada.

Ignoró la promesa detrás de mis palabras y permitió que la guiara al interior. Viktor nos siguió de cerca atento y alerta. La muerte de los Solovióv era reciente. Nadie estaba interesado en armar ninguna guerra, pero siempre habría alguien que querría verme derribado. No les daría el gusto.

Mantuve mi brazo aferrado a la pequeña cintura de Bella. Los espectadores entraban al amplio y voluminoso vestíbulo. Me había asegurado de reservar el palco real. La zona VIP para tener una mejor vista del espectáculo. Bella admiraba asombrada las pinturas en las paredes y en los techos. Me hizo un par de preguntas que respondí con calma.

Los telones se abrieron mientras nos servían aperitivos y copas de champagne. No le presté atención a la obra dramática. Estaba demasiado concentrado en las expresiones de Bella, los gestos qué hacía cuando ocurría alguna escena trágica y como las lágrimas corrían por sus mejillas. Era tan espontánea y única.

Al finalizar la obra, estallaron los aplausos y Viktor nos escoltó fuera del teatro. Bella continuó hablando sobre la obra, comentándome cuales fueron sus escenas favoritas. Me gustaba verla así. Relajada y libre. Hacía que fuera más fácil lograr mi propósito.

Quince minutos después, nos detuvimos en un lujoso y extravagante restaurante ruso. Bella me miró con el ceño fruncido. La velada recién estaba comenzando. Era un lugar exclusivo y de alta calidad. Muy difícil de conseguir una reservación y esa noche se encontraba vacío por mi petición. El dueño era un viejo amigo mío. Ni siquiera tuve que decir nada o darles mi nombre porque en cuanto entramos, la anfitriona con su vestido largo, pero entallado nos saludó con una amplia sonrisa. Evaluó Bella con una inclinación de cabeza antes de enfocarse en mí.

—Señor Kozlov, es un placer tenerlo aquí. Bienvenido de nuevo—dijo e hizo un ademán con la mano—. Por aquí, por favor.

Apreté la mano de Bella y subimos por las escaleras que nos condujo al siguiente nivel.

—Wow —Oí susurrar a Bella en voz baja mientras apreciaba el restaurante.

—¿Qué pasa? —inquirí—. ¿No te gusta?

—No, de hecho, es fascinante y huele muy bien—respondió con una tensa sonrisa—. Pero no entiendo el motivo de esta salida.

—¿Debería tener una razón para invitarte a cenar?

Miró nuestras manos entrelazadas y se mordió el labio.

—Es extraño. No actúas así a menos que...

Chica lista.

—¿Qué? —La presioné.

Sacudió la cabeza.

Cautivos [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora