Capítulo 4

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Lexa abrió los ojos poco a poco, notando los rayos del sol incidiendo directamente sobre su rostro. Frunció el ceño y se dio la vuelta, enterrando la cabeza bajo la almohada.

Eso era una de las pocas cosas que odiaba de Londres, y de Inglaterra en general. Solía amanecer muy temprano, y en la mayoría de casas no tenían persianas, por lo que el sol era bastante molesto.

Miró el reloj y se dio cuenta que apenas eran las siete y media de la mañana, pero entonces agudizó su oído y pudo escuchar algunos grititos alegres procedentes de la planta baja: Alycia ya estaba despierta.

Sonrió y se levantó de la cama, se miró en el espejo que había en la habitación, y salió de allí dirigiéndose a la cocina.

-Y entonces Lexa se tiró por el tobogán conmigo y caímos al suelo y se dio en el culete - Escuchó relatar a la pequeña.

-Pobre Lexa, sólo lleva un día, la vas a matar - Le replicó su madre al mismo tiempo que Lexa llegaba a la cocina y un delicioso olor inundaba sus fosas nasales.

-Creo que puedo soportarlo - Dijo la morena cuando estuvo cerca de las chicas Griffin.

-¡Buenos días, Lexa! - La saludó Alycia con efusividad.

-Buenos días, monito - Le contestó acercándose a ella, acariciando su pelo rubio.

En ese momento, Clarke, que se encontraba en la zona de cocinado preparando tortitas, se dio la vuelta y en su campo de visión entró el precioso cuerpo de Lexa, que llevaba una camiseta de tirantes blanca y unos pantaloncillos negros muy cortos a modo de pijama, que dejaban a la vista unos brazos y unas piernas ligeramente bronceados y bastante en forma, y que dejaron a Clarke atónita, sin poder respirar. La rubia notó cómo su entrepierna comenzaba a humedecerse sólo por la imagen que tenía ante ella.

Sacudió levemente la cabeza. Tenía que hacer todo lo posible por evitar sentirse así en presencia de la morena. Era la canguro de su hija, por dios.

Pero estaba segura que nadie podría evitar sentirse de esa manera. Sólo había que verla.

-Buenos días, Lexa - Dijo una vez las palabras quisieron salir de su garganta - Estamos preparando tortitas, ¿te gustan?

-Me encantan - Dijo con una sonrisa.

Para Lexa tampoco había pasado desapercibido aquel camisón color negro que la rubia llevaba en aquellos momentos. Le llegaba hasta la mitad de los muslos, dejando ver sus increíbles y femeninas piernas.

Lexa era consciente de que Clarke era mayor que ella. Pero eso no era impedimento alguno, ni mucho menos, para sentirse atraída hacia ella del modo en que lo hacía.

Tenía una hija y aún así era muchísimo más atractiva que la mayoría de chicas que había visto de su edad.

-Hay zumo y leche en la nevera, coge lo que quieras de beber y en unos segundos te sirvo la comida - Le dijo Clarke, que estaba terminando de cocinar.

Lexa cogió una botella de zumo de naranja natural que vio y se llenó un vaso con su contenido, antes de sentarse al lado de Alycia en la mesa.

-¿Te gusta el sirope de arce? - Le preguntó la pequeña.

-Claro, me encanta.

Un par de minutos más tarde, Clarke se unió a ellas dejando delante de cada una un plato con unas tortitas, un par de salchichas y también un poco de huevos revueltos.

-Mira, tienes que echarle sirope así - Le dijo Alycia, cogiendo el bote y llenando su plato con él.

-Oye, no te pases, Aly - Le regañó su madre - Que eso está muy dulce.

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