Epílogo

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Diez años después.

Era la última hora de clase ya de aquel viernes, y estaba deseando terminar ya la semana lectiva. El profesor Kendrick se encontraba en esos momentos explicando la maravillosa conquista de Gran Bretaña por los normandos, y, en cualquier otro momento esa historia le habría parecido de lo más interesante, e incluso habría estado tomando apuntes como una loca, porque era su último curso antes de pasar a la universidad y debía tomárselo lo más en serio posible; pero dos asuntos totalmente diferentes entre ellos ocupaban su mente en aquel instante.

El primero se llamaba Casey. Aquella chica morena de ojos azules que se sentaba en el pupitre de al lado y que le había enviado varios papelitos, diciéndole que le había encantado hablar con ella durante el tiempo de recreo. Había llegado nueva ese curso a su clase y hasta no hace mucho tiempo no había hablado con ella, pero durante el transcurso de una excursión unas semanas atrás, habían intercambiado algunas palabras sobre una construcción medieval que había en aquel lugar. Le pareció increíble poder encontrar alguien con quien hablar de esas cosas más frikis, como sus amigas le solían decir, y después de aquel día habían seguido hablando, tanto en el tiempo que pasaban en el instituto como fuera de él, vía mensajes.

El segundo era el cumpleaños de su madre. Esa noche celebrarían una gran fiesta en casa y estaba muy emocionada, porque le habían hecho creer durante un largo tiempo que ese año no harían nada especial, y ella parecía no estar molesta por el tema, pero Alycia sabía que en el fondo estaba esperando una celebración, así que se la darían.

El timbre sonó después de lo que le había parecido una eternidad y recogió su mochila pacientemente mientras sus demás compañeros hacían lo mismo. Intercambió una pequeña sonrisa con Casey antes de que ambas saliesen hacia el pasillo que conducía al exterior, y al fin de semana que para ella significaba un descanso de todo lo que fuese escolar, y un tiempo extra para disfrutar de su familia.

-¿Vamos juntas andando hoy? -preguntó la chica que continuaba a su lado caminando.

-No, hoy viene mi madre a por mí -sonrió con ganas, porque los días en los que eso pasaba eran casi sus favoritos.

-Oh, en ese caso me voy adelantando -contestó Casey, y notó sus mejillas adquirir un tono rosado cuando se inclinó, depositando un suave y breve beso sobre una de ellas-. Nos vemos el lunes, Aly -se despidió con una sonrisa antes de alejarse.

Suspiró, porque no sabía qué le estaba pasando con aquella chica. Nunca le había atraído ninguna, ni se había puesto nerviosa cuando alguna amiga suya le había regalado un gesto como el que acababa de tener Casey con ella. Pero si algo le habían enseñado en su familia, es que el amor no entendía de sexos, así que ya descubriría si aquello era algo más que una simple amistad.

Sonrió contenta cuando salió completamente del recinto que era su instituto y vio en la acera de enfrente el coche de Lexa mientras la mujer estaba apoyada contra la puerta de este con Maddie en brazos, diciéndole algo que estaba haciendo reír a la pequeña. Se aseguró de que no viniera ningún coche y cruzó la calle rápidamente para poder unirse a la morena y a su hermana.

-Hola, Lex -saludó con alegría cuando llegó a su altura, haciendo que la mujer alzara la vista y la mirase sonriente.

-Hola, monito -se acercó a ella, rodeando su cuerpo con un brazo mientras que con el otro continuaba sosteniendo a su hija pequeña, y besó la cabellera rubia de Alycia- ¿Qué tal el día hoy?

-Agotador -dijo con un gesto dramático que hizo reír a la de ojos verdes, y seguidamente enfocó a la niña que movía los bracitos en su dirección-. ¿Dónde está la niña más guapa de Londres? -la cogió en brazos y le dio varios besos por su rostro, sonriendo al verla hacer el mismo gesto.

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