Capítulo 21

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No había ni una, ni mil palabras, que pudieran expresar cada desagradable sensación que su cuerpo estaba experimentando en aquel momento. No había dejado de temblar desde que terminó la conversación con Niylah, y no supo cómo pudo conducir hasta su casa sin provocar ningún accidente. Había pedido permiso rápidamente para poder salir del trabajo, puesto que se encontraba en mitad de su turno, y puso rumbo a su hogar, donde esperaba todavía encontrar a Niylah allí con su hija y Lexa, al menos así podría hablar con ella e intentar que entrase en razón. Pero no iba a tener esa suerte.

Abrió la puerta, y lo primero que pudo ver fue a Lexa, sentada en el suelo contra uno de los muebles que había en el recibidor, abrazada a sus rodillas y con la cabeza agachada. No tardó ni un segundo en arrodillarse junto a ella, dejando caer su bolso sin apenas importarle, y abrazarla, sintiendo que la morena se aferraba a su cuerpo al instante.

-Lo siento, lo siento... -oyó que murmuraba entre sollozos.

-Lexa, no es tu culpa -le aseguró, cogiendo su cara entre sus manos y haciendo que le mirase a los ojos- Niylah nos está haciendo la vida imposible, pero nada de esto es tu culpa.

-Sí lo es, Clarke -le dijo, al mismo tiempo que la apartaba levemente para poder levantarse-. Si yo no hubiese aparecido en vuestras vidas, Alycia ahora no estaría en peligro.

-No digas eso -agarró sus manos entre las suyas, y miró en esos ojos verdes acuosos-, no es tu culpa en absoluto, Lexa.

-Pero así me siento yo -se encogió de hombros y se llevó las manos a la cara, intentando disipar aquella culpabilidad que la estaba destruyendo por dentro.

-¿Qué ha pasado, Lex? -preguntó finalmente, acercándose de nuevo a la morena.

-Estaba con Alycia y de repente Niylah ha venido, y he estado a punto de cerrarle la puerta en la cara, pero... -se le escapó un sollozo y enseguida Clarke la rodeó con sus brazos- Pero llevaba una pistola y me estaba apuntando y, Dios, tenía miedo de que pudiese herir a Alycia -murmuró contra el cuello de la rubia.

-Lo has hecho bien, Lexa -quiso que supiera, y volvió a agarrar sus mejillas, haciendo que sus miradas se conectaran-. Ahora tenemos que encontrarlas, ¿Niylah te dijo algo?

-Me dijo que tú sabrías adónde iría.

Clarke se quedó pensando unos segundos, y su mente voló a muchos años atrás, cuando solía acostarse sobre el pecho de la castaña y ésta le acariciaba el pelo, estando ambas sobre la fría madera. Por supuesto que tenía que ser aquel sitio.

-Vámonos, no hay tiempo que perder -le dijo a Lexa, cogiendo su mano para salir de su casa e ir en busca de su hija, pero sintió que la morena se resistía-. ¿Lexa? ¿Qué ocurre, cariño?

-No voy a ir, Clarke.

-¿Qué? -se quedó estática, mirando la cabeza agachada de Lexa, que parecía ni atreverse a mirarle a los ojos.

-Clarke, ya has oído a Niylah -levantó ahora la vista, encontrándose con los ojos azules de Clarke que ahora la miraban con dolor-. Si quieres volver a ver a Alycia, yo he de irme. Yo he causado esto, y no voy a permitir que le pase nada a tu hija por mí, así que me voy.

-Lexa, no -dio un par de pasos hacia delante, volviendo a agarrar sus manos, acariciándolas con el pulgar-. No voy a permitir que Niylah me quite toda la felicidad que tengo. Tú y Alycia sois mi familia, no puedes irte. Iremos a por Alycia, avisaremos a la policía, y...

-Clarke, no puedo permitir eso -Lexa besó la frente de Clarke, que había empezado a temblar y de sus ojos comenzaban a caer algunas lágrimas- Te quiero más de lo que te puedas imaginar, y tú y Alycia sois lo mejor que me ha pasado nunca, pero por eso mismo no voy a ponerla en peligro. Tengo que irme y estar lejos de vosotras para que estéis a salvo.

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