Capítulo 17

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Lexa no tenía ni idea de por qué había aceptado a ir a ese sitio, pero allí estaba, con la culpabilidad recorriendo cada rincón de su ser. Porque no, no le había hablado a Clarke de ese encuentro que iba a tener con Costia y se sentía fatal por ello. Tampoco es que estuviera haciendo nada malo, ella tenía muy claro que simplemente quería darle la oportunidad de que se explicara y expusiera sus razones de por qué la había engañado, ya que la chica había insistido. Eso sería todo, y ambas tomarían sus caminos por separado una vez más. Le había costado olvidar a Costia, no lo iba a negar, pero en esos momentos la única persona que ocupaba su cabeza y su corazón era una preciosa rubia que esa misma mañana le había dicho que en unos días podrían tener una cita a solas, y Lexa estaba impaciente por compartir esos momentos con Clarke.

En esos momentos estaba pensando en que tal vez lo mejor sería salir de allí antes de que Costia llegara y evitar todo aquello, porque, a fin de cuentas, ella no tenía ningún deber ni ninguna obligación de estar allí. Y además, ¿por qué tenía que darle la oportunidad de explicarse? Ya se había explicado todo lo que tenía que explicarse cuando la descubrió con una de sus mejores amigas. Y podría haberlo llegado a entender, de cierta forma, si le hubiese dicho que había sido solo esa vez, tal vez a causa del alcohol. Pero no, la realidad es que Costia le había estado engañando casi ocho meses con su amiga, y ella había estado ciega todo ese tiempo.

Los pensamientos de salir de ahí sin que Costia la viese se desvanecieron cuando la vio entrar en la cafetería, con el nerviosismo reflejado en su rostro. Llevaba un gran abrigo y un gorro que cubría su cabello moreno. Vió cómo miraba por todo el local, buscando a Lexa, y en cuanto sus ojos se encontraron, esbozó una sonrisa que la de ojos verdes no correspondió. Se acercó hasta ella y fue a inclinarse donde estaba ella para darle un beso en la mejilla, pero la postura tensa y nada amigable de Lexa la echó para atrás.

-Hola, Lex. - Dijo, con media sonrisa, intentando calmar los nervios y relajar la situación.

-Costia, ¿qué quieres? - Lexa quería salir de allí lo antes posible, así que fue directa al grano.

-Lexa, dejémonos de tanta hostilidad, por favor. - Suplicó Costia antes de que el camarero llegara para tomarles nota a ambas. Lexa pidió un capuccino y un rollito de canela, mientras que Costia pidió un café americano y un croissant.

-Costia, mira, si estoy aquí es para que de una vez me dejes en paz, así que di lo que tengas que decir y acabemos con esto cuanto antes. - Dijo una vez que el camarero se había ido.

-Lexa, sé que la cagué - dijo, pasándose las manos por el pelo - pero te prometo que en ningún momento fue mi intención hacerte daño. Te he querido muchísimo, Lex, no sabes cuanto.

-Costia, ¿cómo puedes decir que no era tu intención hacerme daño cuando te pasaste tantos meses engañándome? - El tono de Lexa era calmado, pues estaba viendo en los ojos de la chica la sinceridad y el arrepentimiento, pero aún así no lograba entender nada.

-Lo que pasó entre Emori y yo fue algo que ninguna de las dos pudo controlar, Lexa - comenzó a explicar mientras el camarero volvía con lo que ambas habían pedido. - Nos enamoramos poco a poco, y empezamos aquella aventura sin darnos cuenta de que nos estábamos metiendo en un laberinto sin salida. Ninguna de las dos quería hacerte daño, porque yo te seguía queriendo a pesar de todo, ¿sabes?

Lexa tomó aire escuchando las palabras que salían de la boca de Costia. Su mirada se estaba nublando por las lágrimas que amenazaban con salir. Podía entender en parte que se hubiese enamorado de otra persona; al fin y al cabo, nadie es capaz de controlar sus propios sentimientos. Pero le hubiese encantado que hubiesen sido sincera con ella, tanto ella como Emori.

-Costia, entiendo perfectamente que te hubieses enamorado de otra persona, además, Emori es una chica increíble. De verdad, que lo entiendo - explicó Lexa. - Pero entiende que me sintiera traicionada por dos de las personas que más quería. Entiende que quisiera irme, y que no quisiera saber nada de ti. Era lo que necesitaba, no podía estar en Cleveland sabiendo que allí estábais vosotras, hubiese sido demasiado.

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