Capítulo 10

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El verano estaba llegando a su fin, y aunque en Inglaterra no era extremadamente caluroso, aún se podía percibir el buen clima: el sol solía brillar y calentar lo suficiente como para salir a la calle con camiseta de tirantes y pantalones cortos, las pocas piscinas públicas que había por la zona aún rebosaban de gente y los planes típicos veraniegos todavía se alargaban a esas fechas.

Clarke había decidido que sería un buen colofón para aquel verano el poder hacer algún plan con la pequeña Alycia, con Lexa acompañándolas: la pequeña adoraba estar con la morena, y, ¿para qué iba a mentir?, a ella también le encantaba tenerla cerca, sobretodo cuando sus ojos verdes la enfocaban y la desnudaban con la mirada, provocando que llamas se encendieran en su interior, avivando un deseo prácticamente imposible de apagar.

Ya hacía casi una semana desde que habían compartido aquellos momentos que tanto había ansiado, y aunque por problemas de horario no habían podido repetirlos, Clarke se moría por volver a sentir la piel de Lexa fundiéndose con la suya.

Si recordaba cómo la había cogido por los muslos y cómo la había llevado hasta su habitación, su entrepierna comenzaba a palpitar. Era increíble lo tímida y cauta que parecía en situaciones normales cuando Alycia estaba con ellas, y lo pasional que le había demostrado ser en su cama.

Sólo esperaba que pudieran encontrar algún momento para poder repetir todo aquello, porque no sabía si podría aguantar mucho más sin perder el control. En un principio había pensado que después de aquella noche, ese deseo disminuiría hasta desaparecer, pero lo cierto es que había ocurrido todo lo contrario.

Y allí estaba, intentando averiguar como si se tratase de una adivina cuándo sería la próxima vez que disfrutaría de las caricias de Lexa entre sus piernas.

Se había levantado bastante temprano para preparar el desayuno, ese día partirían las tres para un fin de semana de acampada y debían coger fuerzas, ya que el camino era largo en coche.

Tanto a Alycia como a Lexa les encantaba las tortitas con salchichas así que eso estaba cocinando, mientras estaba perdida en su mente, pensando en lo mucho que se parecían su hija y aquella chica morena que había aparecido en sus vidas para cambiarlas, a parecer a mejor, cuando sintió unas manos posarse suavemente en su cintura y acariciarla lentamente, avanzando hacia su abdomen.

Cerró los ojos disfrutando de esas caricias, estremeciéndose cuando unos labios buscaron la piel de su cuello, abriéndose para saborearla.

-Lexa... - Dijo en un gemido.

-No me pidas que pare - Le susurró la morena, bajando una de sus manos, acariciando su muslo por encima de la seda del camisón que llevaba la rubia.

-No, pero...

-Está dormida.

Clarke suspiró antes de levantar una de sus manos y colocarla en la cabeza de la morena para apegarla aún más contra su cuello, sintiendo cómo la lengua de Lexa entraba en acción y lamía aquella zona tan sensible para ella.

La mano de Lexa avanzó de forma descendente, llegando al borde del camisón de Clarke, invirtiendo el sentido de sus caricias, esta vez bajo la tela. Fue subiendo su mano despacio mientras la otra subía hasta su pecho, apretándolo con suavidad y luego introduciéndose bajo el camisón para sentir aquel pezón que comenzaba a volverse duro con tan sólo aquellos roces.

La mano que Lexa tenía en sus muslos llegó a un destino concreto y la morena no pudo evitar gemir cuando descubrió una cosa.

-Clarke... -Le dijo contra su cuello.

-¿Si? - Sonrió la rubia.

-Dios... - Lexa introdujo sus dedos en la entrepierna desnuda de Clarke, sintiendo cómo apretaba los muslos alrededor de su mano como reacción.

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