Capítulo 6

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-¿Entonces, me vas a ayudar? -preguntó Pablo nervioso.

-Intentaré hacer lo que pueda, pero lo voy a tener difícil -explicó Rafael -es que vosotros también, podríais tener un poco más de cuidado.

-Para la próxima ya lo sabemos -respondió Pablo -muchas gracias Rafael -le dijo Pablo sonriendo al del PP.

-De nada, los amigos están para estas cosas -añadió Rafael -bueno, ahora me tengo que ir, intentaré hacerlo esta tarde si veo a Casado.

-Llámame si eso.

-Lo haré Pablo.

Rafael se levantó de la mesa en la que estaban sentados y salió de la cafetería. Pablo se quedó un rato más y cuando la cafetería ya se empezaba a llenar se fue a su casa.

Una vez que Pablo llegó a su casa se cambio de ropa, a una más cómoda, y llamó a Albert

-Albert, ya he hablado con mi amigo y seguramente esta tarde las pruebas de las que habla Casado habrán desaparecido -le informó Pablo al líder de Ciudadanos.

-Genial -dijo Albert más tranquilo -¿Me vas a decir ya quién es ese misterioso contacto? -preguntó Albert con curiosidad.

-Si, vente a mi casa y te lo cuento todo -propuso Pablo -y si nos da tiempo haremos algo más interesante que hablar ¿eh? -dijo Pablo con una sonrisa pícara que Albert notó, aún estando al otro lado de la línea.

-En unos minutos estoy allí.

-Aquí te esperó Albert.

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Albert llamó al ascensor y subió al piso de Pablo. Estuvo varios minutos tocándose el pelo y la corbata, hasta que llamó al timbre y al cabo de unos segundos el podemita abrió la puerta

-Hola Pablo -saludó Albert entrando al piso de su amante y dejando la americana en una percha.

-No has tardado nada ¿eh? -dijo Pablo mirando el culo de Albert -estaba haciendo la comida, ¿te quedas a comer? ¿No?

-Esa era mi intención -respondió Albert mientras se sentaba en el sofá -¿qué hay para comer? -preguntó curioso.

-Comida -respondió Pablo -y veté a lavar las manos que si no, no comes Albert.

-Si mamá -dijo Albert sonriendo a Pablo mientras le plantaba un beso en la mejilla

Pablo río y volvió a la cocina. Cuando Albert salió del baño fue a la cocina y abrazo por la espalda a Pablo. Últimamente estaba mas delgado, pero los músculos de sus brazos se seguían notando, y eso a Albert le encantaba

-¿No estas comiendo? ¿O qué? -le preguntó Albert observando como Pablo ponía la sal en el pollo.

-Si que como, lo que pasa que al hacer tanto ejercicio estoy adelgazando -respondió Pablo intentado liberarse de los brazos de su amante para meter la carne al horno.

-¿Qué ejercicio haces tú? Porque desde que estoy contigo lo único que haces es follar -añadió Albert

Pablo miró a Albert y este no tardó en darse cuenta de cual era el ejercicio del que hablaba Pablo. Ambos rieron y se dieron un beso. El beso se alargó mas de la cuenta.

-Mmmmm.... Albert -dijo Pablo intentándose liberar de los brazos del de Ciudadanos -¿hueles eso? -preguntó.

-Huele como a quemado ¿no? -respondió Albert nervioso.

-¡EL POLLO! -gritó Pablo corriendo a apagar el horno -con lo que me había costado prepararlo -exclamó sacando el pollo del horno y mirándolo con pena.

-A dos cosas a la vez no se puede estar, o me comes la boca a besos o vigilas el pollo, pero las dos no se puede -dijo Albert sonriendo a Pablo -no te preocupes, pedimos algo y que nos lo traigan a casa ¿vale? -propuso Albert pasando una mano por la coleta del comunista

-Me parece bien, pero el pollo era para ti, se lo mucho que te gusta y te quería sorprender con la comida -dijo Pablo apenado -lo siento Albert.

-No pasa nada Pablo, otro día será -le consoló Albert abrazándolo y dándole un beso en la frente.

-De todas formas es tu culpa -soltó Pablo -me vienes así de guapo y pues claro yo me desconcentro.

-Anda que, ya te vale a ti también -dijo Albert riéndose.

Pablo le sacó la lengua a Albert y cogió el teléfono para pedir algo de comida a domicilio.

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Después de comer se sentaron en el sofá y estuvieron viendo la televisión, hasta que Albert empezó a juguetear con la coleta de Pablo.

-Vaya vaya –dijo Pablo -has venido juguetón hoy o ¿qué?

-Follame Pablo -soltó Albert de repente, haciendo que el podemita sonriese.

-Pues si que estas juguetón hoy -respondió Pablo sonriendo y desabrochando la camisa de Albert.

Albert se lanzó a los labios de Pablo y recorrió con sus manos toda su espalda. Pablo por su parte dejó que su amante le comiese la boca mientras él se ocupaba de la erección del catalán. Le bajó el calzoncillo y agarró su miembro. Notó como Albert aceleraba la respiración y clavaba las uñas en su espalda. Empezó a mover la mano haciendo movimientos lentos, pero luego aceleró el ritmo, lo que hizo que Albert le mordiese el labio y le estirase de la coleta.

-¿No te gusta? ¿Quieres que pare? -preguntó Pablo preocupado.

-Como pares te mato -respondió Albert con la respiración acelerada.

Pablo río y beso cariñosamente a Albert. Tras un rato tocándose el uno al otro, Pablo consiguió que Albert se corriera.

-Date la vuelta –ordenó Albert a Pablo.

-¿Cómo se pide? –respondió Pablo.

-Porfavor –susurró Albert.

-Ahora si –dijo Pablo girándose - si es que cada vez que te calientas pierdes los modales –añadió riéndose y esperando a que Albert le penetrase.

Albert le introdujo su miembro mientras le agarraba de la coleta a Pablo y escuchaba los gemidos de este. Pasaron unos minutos y por fin Pablo se corrió. Ambos se tumbaron en el sofá. Pablo beso la frente del catalán y Albert se sonrojó.

-Deberíamos hacer esto más a menudo –dijo Albert

-Cuando quieras repetimos –respondió Pablo.

-Oye a todo esto, ¿quién era ese amigo tuyo del PP que nos iba a ayudar con lo de Casado? –preguntó Albert con curiosidad.

-Antes de que te diga su nombre, me tienes que prometer que no se lo puedes decir ni a Errejón ni a Alberto ni a nadie de mi partido –rogó Pablo.

-Te lo prometo –respondió Albert cogiendo las manos del podemita.

-Raf... –dijo Pablo.

-¡HERNANDO! –gritó Albert interrumpiendo a Pablo.

-Si –respondió el vallecano.

-Nunca lo habría imaginado –confesó Albert sorprendido.

-Yo tampoco habría imaginado que acabaría una tarde de mi vida en el sofá de mi casa con alguien como tú –añadió Pablo riéndose.

-Que le voy a hacer si mi novio es de izquierdas –cantó Albert.

-Albert, la canción es al revés –le respondió sonriendo.

-Ya, pero es que yo no soy de derechas y sabia que la ibas a cantar tu en cualquier momento –añadió Albert.

-Eso habría que verlo –respondió Pablo besando el cuello del catalán.

-De derechas o no, sé que me quieres.

-De derechas o no, sé que te quiero.

Pasaron el resto del día organizando cada uno eventos de sus respectivos partidos. Al caer la noche durmieron los dos juntos en la cama.

Al fin al cabo para ellos la ideología importaba bien poco a la hora de quererse el uno al otro.

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