¡Alec esta enfermo!

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-Lo has hecho tan bien como siempre –felicitó Hodge, el jefe de Alec –pero tienes que descansar más muchacho.

-Estoy perfectamente bien –respondió el chico sonriendo forzosamente.

No estaba bien, ahora su cuerpo parecía pesar miles de kilos, le dolía todo y su estómago estaba doliendo tenía hambre, pues no había probado ningún bocado de la cocina, como le había dicho a Magnus, cuando llegó al hotel había una anciana con pesadas maletas y el chico prefirió ayudarla. No se arrepentía, pero hubiera preferido poder comer algo.

-Bien muchacho, pero ve a descansar, la pequeña Isabelle está preocupada por ti.

-Está bien, nos vemos mañana Hodge y gracias.

Alec sonrió al mirar a Hodge retirar, aquel hombre los había tratado como sus hijos tan pronto como los contrató y ellos lo querían como si fuera un padre, gracias al hombre no habían pasado hambre, si fuera por él, los tendría viviendo en el hotel, pero cuando le había sugerido la idea al dueño del hotel, Valentine Morgenstern, casi que había perdido su empleo, por supuesto Alec, Isabelle y Jace nunca se enteraron o los chicos cargarían con una culpa eterna, especialmente Alec, que creía que su deber era ayudar a los demás.

Alec llegó tan agotado a casa, que ni se molestó en comer nada, solo callò hecho trizas al sofá, pero no pudo dormirse, pues se escuchó un gemido de dolor de la habitación de Isabelle, Alec corrió inmediatamente hacia allí y vio a Isabelle entre las mantas llorando.

- ¿Isabelle estas bien? –preguntó Alec aterrado.

-No –la chica gimió de dolor –Alec, me duele mi todo.

El ojiazul la miró entre enternecido y preocupado.

Allí vio a la pequeña Izzy, que era una niña pequeña y delicada a la cual el mismo había tenido que alimentar tras un día de trabajo duro en la calle.

-Has pescado un resfriado –anunció el chico tras tomarle la temperatura –tendrás que descansar Izzy, iré a la farmacia por unas pastillas y llamaré a Hodge, tienes prohibido ir a trabajar.

-Está bien helmanito –dijo la chica sin poder hablar muy bien por su nariz congestionada.

Alec tuvo que caminar por medio Brooklyn para conseguir una farmacia abierta a altas horas de la madrugada. Pero Alec recorrería todo Nueva York si fuera necesario para encontrar algo que hiciera sentir mejor a su hermana.

Cuando llegó a casa de nuevo le dio su medicina a Isabelle y se quedó dormido en el piso de la habitación de la chica para estar al pendiente de cualquier dolor o necesidad que tuviera Isabelle.

Hodge había aceptado sin problema alguno que Isabelle no fuera a trabajar para que se recuperara, incluso también le había dicho a Alec que se quedara con su hermana para cuidarla, así que sólo Jace tendría que ir a trabajar el día siguiente.

Cómo era obvio había estado todo el día en la habitación con Isabelle para ver cómo se encontraba la chica, quien no dejaba de quejarse y los escalofríos, Alec preparó caldo de pollo que su madre le había enseñado para cuando se resfriara cuando apenas era un niño, la chica se lo tomó gustosamente e incluso se sentía mejor, al menos ya no le dolía tanto la cabeza y los escalofríos había disminuido lo suficiente como para ser soportable.

Alec le había preparado a su hermana la tina para que se bañara con agua tibia, Isabelle lo hizo con bastante esfuerzo y tan pronto como terminó de bañarse, Alec se dispuso a cubrirla con mantas calentitas.

El día paso con rapidez entre todos los cuidados de Alec para con su hermana y aunque Isabelle le había dicho al chico que se sentía mejor Alec no se había confiado en las palabras de la chica, por lo que decidió que esa noche se quedaría con ella sólo para estar pendiente de su salud.

Mi dulce desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora