El salvador

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Magnus estaba deshecho llorando en el pecho de Alec mientras que tenía una mano de Ragnor entre las suyas, Catarina tenía la otra mano de su novio y estaba llorando con fuerza, los paramédicos ya habían dicho que el corazón Ragnor sólo serviría un par de minutos más, que no alcanzarían a llegar al hospital, por lo cual dejarían a Magnus y Catarina estar a su lado los últimos minutos que le quedaban de vida.

-Eres mi mejor amigo –murmuraba Magnus acariciando y dando suaves besos a la mano de Ragnor –muchas gracias por preocuparte por mí, puede que siempre hayamos peleado, pero yo sé que en el fondo que tú te preocupas por mí –Magnus suspiró –o al menos eso espero.

-Se preocupaba por ti –aseguró Alec acariciando los hombros de su novio –yo lo sé.

-O quizás sólo lo estás diciendo para que yo me sienta mejor.

-No, por supuesto que no, siempre te diré la verdad –murmuró Alec y suspiró –lo último que me dijo fue que cuidara de ti o si no que me mataría.

Magnus dejó escapar un sollozo mientras que seguía acariciando la mano de su amigo con amor.

-Suena muy Ragnor.

-Lo es, él lo dijo.

Alec se giró para mirar a Ragnor y pasó su mano por el verde cabello del chico.

–Prometo cuidarlo.

Ragnor se enterneció mirando de su novio hacia su amigo así que besó con suavidad la mano de este último antes de dejarla sobre su pecho y acariciar con ternura su mejilla.

-Me hubiera gustado que estuvieras presente en mi boda –murmuró Magnus con la voz rota, su novio lo notó y acarició su espalda con suavidad –me hubiera gustado que me hubieras llevado hasta el altar y me hubieras entregado Alexander, pero supongo que eso ya no importa, son sólo sueños.

Catarina tomó la mano de su amigo y la besó.

-Felicidades Magnus.

El moreno sonrío de lado y asintió, la chica de cabellos azules pero no soltó la mano de su amigo, necesitaba esa calidad tan familiar que le daba Magnus, toda la vida se habían conocido, siempre habían sido el trío fantástico, Magnus, Catarina y Ragnor juntos por siempre, habían prometido los tres chicos, pero ahora un integrante de su trío fantástico se había marchado dejando un dúo melancólico.

- ¡Ragnor! –se escuchó una voz fuerte llamando desde la multitud.

Alec no la reconoció, Catarina tampoco, pero por otro lado Magnus...

- ¿Raphael Santiago? –se preguntó a sí mismo.

-¡Ragnor! –se volvió a escuchar la voz.

- ¡Raphael! –Magnus lo llamó incorporándose con rapidez.

Allí estaba Raphael Santiago con sus ojos empañados en lágrimas, el chico de piel color miel y cabellos oscuros empujó a un policía que estaba reteniéndolo y se acercó corriendo a Magnus para tomarlo de su camisa y sacudirlo.

- ¿Qué demonios pasó? ¿Qué tiene Ragnor? –los ojos de Magnus se empañaron inmediatamente mirando al chico, porque eso era Raphael, un pequeño chico de quince años, hasta ahora Ragnor para él había sido su hermano mayor en aquellas inscripciones de la escuela primaria y después habían seguido actuando como tal, se habían vuelto muy unidos y habían descubierto que su mayor pasión era insultar y criticar a Magnus, Ragnor y Raphael eran verdaderamente unidos, sabía que en ese momento en corazón de Raphael se partiría.

Mi dulce desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora