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Dicen que a algunas personas nos gustan los días grises porque sentimos que el mundo, en ese momento, está en consonancia con nuestro espíritu deprimido. Como si el color gris fuera sinónimo de depresión, y las nubes negras en el cielo lo hicieran triste.
Yo no lo veo así.
Para mí los días grises reconfortan el corazón, tranquilizan el espíritu y le transmiten calma al alma.
Y lo mismo aplica para la vida: después de tanta luz, brillo y resplandor, los momentos de oscuridad nos permiten descansar mientras recargamos las ganas.

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