Capitulo 1: PARANOIA

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Jamás tuve una definición clara de lo que es la fe, siempre fue asemejado en mí demasiado con la esperanza, hasta aquellos pequeños malentendidos y trampas en definiciones me jugaron en contra en algún momento. Fue parte de entender que los amigos te quieren solo por tu nivel de contener tu censura, pues nunca te puedes expresar libremente de forma completa. Aquellos bultos de suaves y delicadas curvas con grandes atributos para ofrecerme cuyas miradas estaban completamente perdidas al igual que su razón de si, permitieron que me desnudara tal como lo hacían, me obligaban a mirar sus cuerpos sin telas de por medio, hermosos pechos, aun así jamás me permitieron desnudar mi interior, mi alma.

Era como un veneno que resaltaba en mí la estupidez máxima, besaba aquellos fríos labios, la miraba, en ella veía mi reflejo mientras acariciaba su cristalina textura, maldita botella.

-Mírenlo-dijo entre risas.

A veces me gustaría que los recuerdos desaparecieran, pero no quiero perder tales imágenes que me marcaran para toda la vida, quizás por el miedo de olvidar lo que si tiene relevancia o quizás por lo tétrico de saber que los recuerdos son lo único que quedara hasta el fin de mi, pues a nadie le importa, todo seguirá.

Aquel día fue bueno, creo.

-Estaba pensando, recordando, no quiero ni imaginar el rostro que tenia, jaja- contesté.

Ellos amaban emborracharse conmigo, quizás por lo gracioso de mi voz. Basta con unas cervezas, quizás un vino y tiempo libre después de clases para pasar un buen rato, pues eran muy gratos aquellos momentos en que nada importaba, así lo sentía y creo que ella también lo hacía. No me di cuenta del momento el cual comenzó un juego de miradas, sin necesidad de palabras ni oraciones, decía más que un poema completo, me dedico los mejores versos entre sus pestañas. Aun así nadie se daba cuenta.

-Chris, tengo frio- dijo con voz distorsionada, pero con un tono y fluidez tan seductores que era inevitable poner a volar mi imaginación, se escuchaba vulnerable.

-Deberíamos irnos, ya no quedan más- levantando mi cerveza, aquel último trago merecía ser saboreado más que cualquier otro.

-Mínimo podrías prestarme tu chaqueta- dijo sonriente, Elizabeth me ponía el doble de idiota de lo que ya estaba, jamás me gusto, nunca me llamo la atención, no sabía qué pasaba.

-Vamos, dijo John-

El grupo completo se levanto y caminamos hacia la parada de autobús.

Ya camino a mi casa, las nauseas eran cada vez más fuertes, el viaje era eterno. Elizabeth tomó mi mano y la puso alrededor de su cintura, era tan jodidamente obvias sus actitudes pero algo me decía que no debía seguir el juego por más que quisiera.

Nunca fui atractivo, me considere siempre alguien sin mucho que ofrecer a simple apariencia, pero de una forma no muy buena comprendí que lo primordial es la confianza en sí mismo, no solo por mujeres ni relaciones interpersonales mejores, sino que por la felicidad propia.

Luego de bajar del autobús comencé a caminar por un extenso callejón, el sol ya estaba casi oculto y cuyo resplandor en las montañas se hacía notar cada vez mas. Al final de este estaba mi hogar, el único lugar donde podía descansar, sin embargo consideraba este como la cuna de mi estrés, peleas la mayor parte del tiempo y por asuntos tan idiotas que caen en lo ilógico, aun así no faltan las risas y se podría considerar que vivíamos felices.

Era un viernes cualquiera.

Estando en mí cama se adueñan de mí todas mis grandes inquietudes, oraciones y hechos que recuerdo no cesan en toda la noche, si duermo estos se reflejan en mis sueños, despierto cansado cada mañana. Jamás he podido encontrar una respuesta y no logro tener clara la pregunta, que es lo que necesito saber, siempre mataba mi tiempo encerrándome conmigo mismo, el interior se volvía exterior y viceversa. Todo empezó a ir de mal en peor aquel viernes. La luminosidad tenue de la luz de la luna entrando por mi ventana se extinguía, hasta el punto en que la oscuridad se apodero de mis ventanas. Mi cuerpo desapareció, todo mi ser estaba totalmente inmerso en mi cabeza, tenía miedo, los latidos de un corazón se escuchaban fuertemente, y cada vez más rápido.

Psychopath.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora