"¿Puedo...?"

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-¡Phil...! -exclamé y mi voz sonó más aguda de lo normal.- Es decir, no entiendo, -continué mientras el chico reía- ¿cómo podías ser tan raro?

Su risa se volvió más fuerte y tiró su cabeza hacia atrás. Yo, por mi parte, no pude evitar tentarme también. Estuvimos así un rato, y cada vez que parecíamos callarnos, algo causaba que volviéramos a reír.

Pero llego el momento en que el chiste se extinguió.

-¿De qué hablábamos? -preguntó Phil, por lo que yo golpeé una mano contra mi frente.

-De las cosas bizarras que hacías cuando eras chico...

-Ah, si. -sonrió- No lo se... Yo sólo era raro, no creo que haya mucha explicación para eso... Pero aún así me parece que tendría que agradecérselo a mis padres. -hizo una pausa para recostar su cabeza contra la pared y observar el techo por unos segundos.- Quiero decir; ellos me dejaron ser, nunca trataron de... normalizarme, o como se diga. Y eso es algo por lo que hay que agradecer... ¿No lo crees?

Volvió a mirarme y yo asentí. Él se encontraba sentado sobre su cama, recostado contra la pared mientras abrazaba sus piernas semi-dobladas. Yo, por mi parte, había adoptado una posición parecida a la de un indio, contra la pared opuesta y sobre varios almohadones.

Pero justo entonces sentí la necesidad de moverme, el tema familiar podía llegar a incomodarme. Abracé mis rodillas contra mi pecho, apoyé mi mentón sobre estas y hablé:

-Si, es algo genial, de hecho. Ojalá mis padres hubieran sido así.

Noté como Phil me veía por unos segundos, inevitablemente curioso. Pero en seguida se dio cuenta de que no era un tema fácil para mi y volvió a recostar su cabeza contra la pared, posando sus ojos en el techo.

En ese exacto momento me sorprendió lo bien que me sentía. La presión por hablar no existía para nada, e incluso llegue a sentir la libertad de quedarme en silencio sin miedo a ninguna recriminación por la otra parte. Esa era una de las cosas que más me gustaban de Phil.

Sus silencios; tranquilos, cómodos, comprensivos, acogedores, hogareños... él era una persona tan simple y tan peculiar al mismo tiempo. Y este probablemente fuera uno de los aspectos de su personalidad que más habían llegado a interesarme.

Porque, ¿cómo lograr que una persona se sienta cómoda en silencio? Si lo piensas bien, no es fácil. Realmente no es fácil y menos cuando se trata de alguien como yo; de alguien que suele evadir sus problemas con palabras, humor, ironía...

Suspiré y decidí seguir hablando. Phil era un buen amigo y merecía saber tanto de mi como yo sabía de él. Además, este era un tema que, a pesar de que no me gustara la idea, podía llegar a definir aspectos importantes de mi personalidad que tendría que afrontar en algún momento.

-Mis padres son... -Phil se sorprendió por mi voz, pero en seguida se acomodó para escucharme.- No lo se, -continué, sintiendo como mi estómago se revolvía.

Quería poder decir algo bueno, quería poder contar alguna anécdota graciosa o tierna, pero en ese momento no se me ocurría nada; en mi memoria, las escasas demostraciones de afecto de mis padres quedaban opacadas por su rechazo y desaprobación.

-Ellos nunca se preocuparon mucho por mí. -terminé por decir. Él levantó ambas cejas, claramente preocupado.- Llegué incluso a sentir que no me querían...

-Aw, Dan, eso es imposible... -lo observé por unos segundos mientras hablaba, se me estaba volviendo difícil retener las lágrimas.- ¿Quién no te querría?

Emití un pequeño ruido, que sonó casi como un llanto, mientras sujetaba mi labio inferior con mis dientes como si fuera la única manera de controlarme.

Dan & Phil One-Shots (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora