Capitulo 14

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- Eyyy, ¡pedazo de dormilona con patas! Levanta el culo y ayúdame a dar de desayunar a la gente

Abrí los ojos lentamente para encontrarme a un muy feliz Beau justo frente a mi cara.

- No, dejame dormir un poco más- gimoteé tapándome la cabeza con la manta.

- De eso nada, ya no tienes la excusa de encontrarte mal así que ponte de pie ahora mismo o volveré a cogerte como tu ya sabes, ten, ropa limpia y de tu talla, te doy diez minutos para bajar al comedor. 

Dicho esto me tiró un montón de ropa sobre la cabeza y desapareció por la puerta. Me desperecé lentamente notándando como algo duro se clavaba en mis costillas. Al buscar lo que era encontré el pequeño cochecito de juguete. Lo miré con tristeza acordándome de lo que significaba y lo guardé en la mochila. Tenía que ponerme en marcha.

Cogí la ropa y me puse en pie. La cama de H estaba vacía, cosa que no me extraño, llevaba bastante tiempo sin verle el pelo, seguramente llegase a la habitación cuando yo estaba dormida. Recordé entonces el sueño que había tenido y se me pusieron los pelos de punta. Mi madre, H, los dos estaban allí y él era......preferí olvidarme del tema. Mi madre estaba lejos de aquí y no tener que recordarlo me ayudaba a seguir a. Además ella no sabía que Kian....no soportaba la idea de tener que decírselo. 

Respecto a la dichosa enfermedad me sentía igual de bien que el día anterior, se notaba que aquella planta hacia efecto. 

Me quité rápidamente la camiseta y el pantalón temiendo que alguién pudiese entrar y lo cambie por otro pantalón ancho verde oscuro con varios bolsillos y una camiseta ceñida negra de tirantes, al lado de mi cama había unas botas marrones de montaña que me quedaban justas. Supuse que Beau las habría encontrado de mi talla por casualidad.

Salí al pasillo, apenas una escasa luz del amanecer se colaba por las ventanas, por lo que supuse que era bastante pronto, caminé hacia la derecha hasta llegar a una puerta abierta y al entrar descubrí unas escaleras, exactamente iguales a las del sueño. Bajé vacilante por ellas y llegué hasta aquella entrada. No me dio tiempo a seguir avanzando, ya que Beau apareció de repente.

- Once minutos y tres segundos. Un poco más y te quedas sin desayunar Dak- río.

Le sonreí y le seguí hasta el comedor, donde todas las mesas estaban ocupadas por chicos y chicas aproximadamente de mi edad. No pude contener un suspiro de admiración, en mi clan no había gente joven en cambio allí....todos rebosaban vitalidad y fuerza. 

- Iris insiste en que si estas aquí tienes que colaborar así que te pondremos a trabajar en la barra sirviendo la comida ¿de acuerdo?- me habló Beau girando la cabeza hacia mi.

- Que remedio- respondí sin prestar demasiada atención.

Allí habría al menos cien chicos y chicas, todos conversando entre ellos animadamente mientras devoraban lo servido en sus bandejas.

- Y después te serviremos algo de comer- continuo hablando Beau- La cosa va así- caminamos hasta detrás de la barra- Tu esperas aquí a que ellos pasen con su plato o la bandeja y les sirves la comida que se colocará aquí- dijo señalando la encimera- todos los días el desayuno se sirve al amanecer, la comida cuando el sol esta más alto y la cena al atardecer. Para que puedas ver la hora exacta en la entrada encontraras un reloj de sol de piedra- asentí paseando la mirada por la sala.

- Esta es Clarisse, ella te ayudará a servir las cosas.

- Hola, Dakota ¿verdad?

Una voz de mujer frente a mi me sobresaltó y me sacó de mis ensoñaciones. La miré confundida. Era una chica alta, pelirroja y de ojos verdes. Me sonreía amistosamente mientras me tendía la mano, yo se la estreche y le devolví la sonrisa.

- Em.. si si, encantada.

- Bien, ahora me voy, tengo cosas que hacer fuera- se despidió Beau con una sonrisa.

Pasamos una o dos horas tras la barra sirviendo a la gente que llegaba y a algunos rezagados, los sitios del comedor se iban llenando y acabó por estar todo cubierto. Conocí a muchísima gente nueva que me saludaba y se presentaba. Terminamos el trabajo y nos servimos un desayuno antes de sentarnos con los demás. De repente, sin previo aviso, la sala se lleno de un silencio sepulcral, cesaron los repiqueteos de los cubiertos en los platos y todo el mundo se dio la vuelta, al seguir sus miradas descubrí a Iris parada delante de la puerta con uno de sus gorilas a cada lado. Todos esperaban a que hablase mientras ella paseaba lentamente la mirada por la sala.

- George, Sam, Sebastian, Beau, Lily, Peter, Sonnia y Sara, se adelanta la caceria. Hay que buscar a un hombre, dirigios a la sala de reuniones, en un momento estaré con vosotros.

Los nombrados no tardaron en ponerse de pie sin murmurar palabra y encaminarse hacia la puerta. Iris fijo sus fríos ojos en mi.

- Y tu, ven conmigo. Tengo una tarea para ti.

Mire momentáneamente a Clarisse y esta me asintió como signo de confianza. Me levanté y seguí a Iris por los pasillos, la cual se había dado media vuelta dispuesta a desaparecer. Nada más hubimos salido de la estancia las voces volvieron a oírse, al igual que el sonido de los platos.

Caminamos bastante tiempo por el interior de la casa y me sorprendí varias veces a mi misma admirando la grandeza de aquel edificio. Llegamos hasta una pequeña sala, ella abrió la puerta y al pasar tras ella la sangre de mis venas se congelo por completo. Me mantuve quieta bajo el marco de la puerta sin poder reaccionar.

H estaba tumbado en una camilla sudoroso y no paraba de convulsionarse y gemir, estaba dormido, soñando, o eso parecía. Su rostro pálido daba a entender que tenia fiebre alta. Algo en mi empezó a crecer como mala hierba.

Ella paseaba por la sala sin prestar atención al chico atado a la camilla. La miré con un odio y una ira que me parecían incontrolables teniéndome lo peor .

- ¿Que le has hecho?- escupí.

- Cuidado con ese tono de voz barbie de no ser por mi estarías muerta- respondió sin molestarse a mirarme.

- Te he hecho una pregunta- apreté con fuerza los puños a los costados de mi cuerpo.

- Pues preguntate más bien que le has hecho tu.

Me acerqué a la camilla con paso rápido y pose mi mano en su frente que ardía como fuego del infierno. No pude evitar llevar una mano a su mejilla y sin apenas darme cuenta le regale una pequeña caricia y por un momento la ira desapareció.

- Que tierno pero basta de cariñitos por ahora, quiero que te encargues de él, sácale de aquí y llévatelo a tu cuarto.

No rechiste. Con todas mis fuerzas elevé su cuerpo pesado y tembloroso y coloqué mis manos en sus axilas que estaban empapadas dejando los pies arrastrando por el suelo. Me invadió una sensación nauseosa al tocar la tela empapada.

- Pagarás por esto.

Iris soltó una carcajada.

- Ya veremos quien paga al final...- susurro de brazos cruzados mirándome amenazadoramente.




Mis últimas palabras. #ROAWARDS2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora