Capítulo 1: Encuentro

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─ ¡Juliette, abre la jodida puerta ahora! ─grita mi padre desde el otro lado de la puerta, tomado, borracho y pasado de copas, intentando entrar una vez más a mi habitación, una de tantas. Si dejara de tomar tal vez las cosas fuesen diferentes, si hubiese aprendido a vivir sin madre y sin mi hermano sin necesidad de refugiarse en el alcohol, quizás no estuviésemos en esta situación, es posible que si hubiese hecho algo antes no estaría pasando por esto. Mi padre golpeando la puerta continúa gritando, con decisión me levanto del suelo y hago un gran esfuerzo al mover el escritorio de madera blanca hacia la puerta.

─ ¡Si no abres iré con Harry! ─vuelve a gritar. Siento como una lágrima traicionera se escapa de uno de mis ojos haciendo un recorrido por mi mejilla para llegar a parar a la manga de mi suéter rojo al secarla rápidamente. Harry –mi hermano, tres años mayor que yo— se fue de casa con mi madre. Recuerdo claramente el día que desperté y no había nadie en casa, aunque no era nada de extrañarse, mi hermano nunca estaba, mi madre se la pasaba trabajando o en algún evento con alguna de sus amigas, mi padre... él era el único que de vez en cuando se quedaba en casa. Ese día, se asomó lentamente la noche y ninguno de los dos llegaban, me decidí por ir a la habitación de mi hermano ya que las noches que no pasaba en casa, normalmente yo las pasaba en su habitación, me sentía más segura ahí, por alguna razón que desconozco hasta el día de hoy. Me acerqué a su escritorio al ver algo que llamó mi atención, un papel azul doblado perfectamente a la mitad yacía sobre el mismo.

Julie.

Era lo que decía la parte visible de la nota, la desdoblé cuidadosamente al ver que mi nombre estaba plasmado en la tapa, al abrirla visualicé un texto escrito claramente con la letra de mi hermano –cursiva un poco descuidada─, serían alrededor de unas doce líneas las cuales bailaban en conjunto dispersas, guardando la misma distancia entre ellas, las palabras formando segmentos derechos, como él solía escribir.

No sabes cuánto lo lamento Julie, siempre quise estar para ti, sin embargo, nunca encontré cómo. He preferido pasar mis tardes en la calle, en casa de mis amigos; mis mañanas en el instituto; mis noches en bares y antros; y nunca contigo. Tú, que sabía me necesitabas, estuviste sola y aun así sonreías. No voy a volver a casa, al igual que mamá, no volveremos. No seguiré aguantando las mismas mentiras. Espero que llegue el día en el que te puedas ir de ese lugar del infierno y librarte de la sombra en la que nuestra familia dispersa se sumió al no saber manejarla. Te quiero, hermanita, no tienes idea de cuánto.

Con cariño, Harry.

Era el mensaje escrito en la carta que mi hermano había dejado para mí, en ese momento me fijé en que su habitación lucía vacía, los posters en las paredes habían sido despegados, sus sábanas blancas yacían perfectamente dobladas en una esquina de la cama, al abrir sus gavetas, pude ver incluso la oscuridad dentro de ellas al carecer de contenido, su armario se encontraba vacío a excepción de un par de camisas, unos zapatos de vestir y su camiseta del equipo de fútbol escolar en el cual jugaba, en su último año de secundaria.

Mi hermano se había ido, al igual que mi madre y me había enterado por medio de un simple pedazo de papel azul que apretaba contra mi pecho. Esa noche dormí en su habitación y me permití dejar salir algunas lágrimas traviesas que se escapaban cada tanto de mis ojos.

Dos años después, mi padre llegaba tomado casi todos los días, a media noche, tirando la botella de sus manos, destruyendo fotos, cuadros y adornos; azotando puertas; gritando; muchas veces enojado golpeaba mi puerta, me gritaba que saliera. Y en la mañana una vez con resaca y su cabeza martilleando me veía y decía que todo era mi culpa, que era impresionante y vergonzoso tenerme como hija y que como le gustaría que me hubiese ido con mi madre en vez de Emmet.

JulietteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora