Capítulo 3: Imposible Olvidarla

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Más de una semana y aún no había vuelto a ver a Julie, en parte estaba enojado conmigo mismo por tener esa necesidad creciendo dentro de mí por verla, por perderme en las tormentas reflejadas en sus ojos tras los vidrios de sus gafas negras, por hablar con ella del tema más trivial que encontrase ¿Por qué no podía contralarme cuando se trataba de ella? ¡Solo la conocía desde hace ocho malditos días!

Todos los pensamientos acerca de esa chica me invaden como un tornado, martilleando constantemente mi cabeza al tener cientos de preguntas mezcladas sobre ella. Solo cuatro días me habían bastado para darme cuenta de que la necesitaba, que me importaba porque mientras tenía días sin verla las preguntas se arremolinan en mi cabeza como: ¿Dónde estaba? ¿Estaría bien? ¿Dónde carajos se metía? ¿Por qué no la había visto?

Camino a paso lento a la cafetería esperando al menos encontrarla en los pasillos o toparme con su mirada en la hora del descanso pero ella simplemente no aparece, había visto un par de veces a su odiosa y chillona amiga pelirroja pero no a ella. Decido pasar por la cafetería y comprar dos mocachinos como una vez la había visto tomar en una mesa más apartada y luego me dirijo hacia la biblioteca esperando y rogando muy internamente porque mis presentimientos no fallen. Entro en la biblioteca y analizo el lugar, un par de chicos en una mesa, un grupo de estudio de primer año en otra y en la más alejada ella, de espaldas, su cabello castaño cae sobre el espaldar de esa incómoda silla en ligeras ondas que me hacen recordar el movimiento del mar. Sonrío ampliamente al no haberme equivocado y me acerco para detenerme en la silla enfrente de ella, hay un desastre en aquella mesa con varios libros, colores y cuadernos, mientras ella se encuentra mordiendo su labio inferior en un gesto de concentración al terminar de colorear con el lápiz azul las arterias del corazón que casi termina de dibujar.

─¿Puedo sentarme? ─pregunto sonriendo y Julie levanta su mirada frunciendo el ceño y luego sonríe haciendo contacto visual permitiéndome dar con las tormentas que había extrañado aunque no quisiera admitirlo, asiente, las ojeras en su rostro son algo más pronunciadas que la vez anterior y se ve algo pálida, nuevamente se nota cansada. Me siento en frente de ella pasándole uno de los cafés y ella sonríe ampliamente al recibirlo.

─Gracias, no tienes idea de cuánto me hacía falta. ─dice probándolo— ¿Cómo sabías que este es mi favorito? —pregunta sin apartar su mirada de mis ojos lo que provoca que me pierda en el color grisáceo brillante con pequeñas motas más oscuras en sus ojos, me encojo de hombros.

─Te vi tomarlo una vez, lo supuse ─respondo haciendo un ademán restándole importancia.

—¿Qué haces? Parece que has estado ocupada ─mi tono es divertido mientras señalo los libros sobre la mesa.

─Termino mis apuntes, falté a una clase y estaba recuperando el material y debo completar la investigación para mañana —habla mientras da otro sorbo a su café y puedo asegurar que ya lo lleva por la mitad.

De verdad lo necesitaba.

─Deberías tomarte un respiro, no te he visto pasar por la cafetería ¿No vas a almorzar? —deseo saber, sé que no ha almorzado y por su posición incómoda y su mirada frustrada podría decir con seguridad que tampoco se ha levantado de su lugar en al menos una par de horas, ella niega con la cabeza mientras continúa concentrada buscando algún enunciado entre las páginas de un libro de cardiología y termina el mocachino como si de un trago de tequila se tratase.

─Tal vez luego, me urge terminar con estos trabajos. ─expresa y me levanto disculpándome un segundo, me dirijo a una máquina expendedora a la entrada de la biblioteca y coloco un billete en la ranura de la máquina para sacar una barra de chocolate y una bolsa de Doritos, regreso a la mesa donde se encuentra la chica que no abandona mis pensamientos y le entrego el chocolate mientras abro la bolsa para compartirla y ella sonríe una vez más haciendo que mi corazón palpite más rápido de lo sanamente apropiado.

Lo que provoca con solo sonreír, no tiene idea.

─Y tú ¿Qué haces aquí? Tampoco te había visto pasar antes ─dice con la mirada en los libros mientras traspasa un texto a su cuaderno.

─Quise pasar por ocio y necesitaba alguien con quien compartir un buen café —contesto y ella me mira con el ceño fruncido nuevamente, empieza a gustarme ese gesto, parece infantil en ella, como una niña que se concentra en no salirse de las líneas mientras colorea con creyones.

─¿Y por qué conmigo? Me refiero a que, tienes amigos por montones, está el equipo universitario y todas las demás chicas de la facultad. Entonces ¿Por qué perder tu tiempo conmigo?—pregunta dubitativa y hasta puedo palpar el tono un tanto desanimado y confundido en su voz.

─Porque me agradas, es diferente, tú eres diferente. ─digo sin pensar y ella suelta su bolígrafo para prestarme atención.

─Es la segunda vez que dices que soy diferente. Pero la verdad es que no tengo idea de a qué te refieres —dice esperando a que responda y con una respiración profunda para mirarla a los ojos sin vaciar mis pulmones de oxígeno busco las palabras exactas.

─No eres como todas las demás, no eres exagerada ni demasiado llamativa como las demás, sino todo lo contrario eres...sencilla. —hablo pausadamente pero con seguridad.

¡Por el amor de Dios! ¡Tengo a todas las chicas de la facultad a la orden con tan solo llamarlas y tiene que gustarme lo difícil!

─¿Y a ti te gustan las demás? ─su tono es totalmente frío, tanto que podría helarme la sangre. Estoy un poco sorprendido ante su pregunta y mi cerebro estaba algo lento asique no logro descubrir que rayos insinúa.

─Sinceramente como a todo hombre me revuelven las hormonas, pero no soy un adolescente que no sabe controlarse. —digo a modo de respuesta y ella afirma, no estoy muy seguro de que.

─Aquí hay muchos chicos que aunque no son adolescentes se comportan como tales —comenta divertida y yo río. Y así pasa toda la hora del almuerzo, mientras hablamos de la universidad, contamos anécdotas y reímos, escucho su risa de forma melodiosa y veo como una vez más que otra de manera casi imperceptible se distrae y se ensimismaba en sus pensamientos para luego regresar pocos segundos después, habla con soltura y sonríe al inicio de mis historias acerca de anécdotas graciosas de cuando viajaba, como una vez que me perdí con mi mamá en Los Ángeles y otra en Las Vegas, pero quien me culparía, tenía siete y me perdí entre la multitud, pero fue muy chistoso que encontrara a mi mamá de nuevo angustiada mientras me buscaba con ayuda de un tipo vestido de perro caliente. Ella suelta una carcajada limpia a la cual me uno al finalizar mi relato. Mi alarma suena provocando que gimamos de molestia casi al unísono porque debemos regresar a clases. Julie se apresura a organizar sus libros dentro de su mochila pidiéndole a la bibliotecaria que los agregue a su tarjeta de la biblioteca con una seña la cual asiente sonriendo cálidamente, se levanta haciendo una mueca mientras se estira, confirmando mis sospechas de que había pasado un buen rato ahí sentada. Me levanto igualmente y recojo el envoltorio de chocolate y de lo que consumimos y me acerco a ella al tiempo que termina de colgarse su mochila arreglando su cabello conforme a la misma.

Me acerco un poco más y no puedo evitar dirigir mi mirada hacia las tormentas de sus ojos para luego bajarla ligeramente a sus labios, teñidos de un rosado suave natural y con una pequeña marca como si se hubiesen partido días antes, llego al punto donde me encuentro de pie frente a ella y coloco mi mano en mejilla acariciándola con mis nudillos y Julie me mira tratando de descifrar algo en mi mirada, algo que al parecer no encuentra, cierro cualquier distancia entre nosotros y la beso castamente dándole espacio para alejarse o apartarse teniendo esperanza de que no lo haga, nuestros labios encajan a la perfección y la muy escasa distancia entre nosotros permite que a mi nariz llegue su aroma a vainilla intensificado, mezclado con su tenue aliento a café, pasan algunos segundos en los cuales me deleito probando cada espacio en su boca perteneciente a ella, pero se separa bruscamente.

─No Daniel, lo siento, debo ir a clases ─y sale de la biblioteca a paso apresurado, casi corriendo. Me quedo helado, reviviendo ese momento de hace menos de quince segundos y sonrío, pero luego recuerdo como se fue y me confundo. Y me quedo en el mismo lugar varios minutos tratando de procesar lo que acababa de hacer y de que a pesar de su reacción no me arrepentía. Ocho días, tan solo ocho malditos días para darme cuenta de que me gusta Julie y me es imposible olvidarla.

JulietteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora