Mi definición sobre la vida sería efímera. Muchas personas van y muchas personas vienen. Pero hay una realidad, y es que hay algunas personas en esta vida que cuando se van dejan un hueco, un vacío, que nunca podrás llenar.
Vas a conoces a muchas personas que te harán pensar que son de lo mejor, que nunca llegarían a lastimarte, porque la verdad es que les aprecias tanto que no los sientes capaces de hacer daño. Pero cuando menos te lo esperas, el tigre saca sus garras. Esas personas desgarran una parte de ti, y se la llevan, sin esperanzas de devolvértela. Y eso duele hasta en lo más profundo de las venas. Cada célula de tu cuerpo se siente débil, incapaz de realizar algo por si sola, como si lo que esa persona saco de ti fuera lo único que te hiciera vivir.
Pero después del dolor viene la parte oscura, la parte en la que como sabes que te hizo sufrir tanto, decides que la mejor manera de que aprenda a no hacer sufrir a los demás es haciéndola sufrir a ella. Tu deseo de hacer el mal es mayor que todo lo hay que en ti. Pero lo bueno es, que a pesar de todas las ganas que sientes para hacer daño, no lo haces, porque donde hubo fuego cenizas quedan, y tu cariño por esa persona todavía está en ti, en algún lugar escondido, es un recuerdo que tu mente quiso guardar, pero por más que este guardado, el sentimiento sigue allí.
Mi profesora de química solía decir que la materia no se crea ni se destruye solo se transforma, y yo creo firmemente que con los sentimientos es igual. Por eso aquí y ahora mi único consejo es que transformes. Que te transformes. Que todo ese amor y ese odio hacia esa persona se transforme en algo bueno, en algo que si valga la pena. Porque si hay algo que sé por experiencia es que no importa cuánto dolor le causes a la persona que te lo causo a vos, porque al final de día, los recuerdos siempre quedan, y nada va a hacer que olvides todo el dolor que hubo en ti.
