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Querido diario:

Hoy llegó a mi casa con la comida  y tan sonriente como a menudo. Esta vez, cuando le tendí el billete para pagarle ha dicho:

—No. Invita la casa.

Yo insistí, pero sin éxito.

 —Entonces —añadí—, al menos déjame invitarte a cenar.

Fran dudó unos segundos que se me hicieron eternos, y luego sonrió como sólo el sabe hacerlo. Le hice un gesto con la mano para que pasara y él entró mientras se quitaba la chaqueta.

Yo estaba muy nerviosa, pero al ver a Fran tan relajado sacando la comida del paquete, que en seguida sentí como si nos conociéramos de toda la vida.

Las risas, nuestras miradas, sus hoyuelos cuando se concentraba en comer con los palillos sin que se le cayera la comida, su cercanía. Todo fue maravilloso esta noche.

Y cuando él se fue, me encontré con un papel encima de la mesa. Lo abrí:

Creo que ya eres una clienta habitual, por eso no quería cobrarte la cena. Gracias por invitarme a cenar. Por cierto, creo que existe el amor a primera vista... Fran.

Ay, Fran. Sí que existe.

Siempre tuya, una Nanami que cree en el amor a primera vista.

Sushi. ©  [Historia Corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora