Prólogo: La suerte no está de nuestro lado.

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Un ruido molesto me despertó. Para variar era el del despertador aunque esta vez, en lugar de indicarme que la hora de entrar a clase se acercaba, me hacía saber que o me levantaba de inmediato o perdería el tren que nos llevaría a Londres. Bajé la pequeña pestañita de un manotazo y después, salí de la cama. Fui directamente al baño, me di una ducha y cuando estuve lista, enrollé una toalla en mi cuerpo y con otra más pequeña le quité el exceso de agua al pelo. Me lo sequé con el secador para después dirigirme de nuevo a mi habitación. La noche anterior había preparado la maleta que me llevaría para esa semana que pasaríamos en Italia y también había dejado preparada sobre la silla la ropa que me pondría para el viaje: unos shorts vaqueros y una camiseta rosa de manga corta con la palabra “California” escrita en blanco. Me puse unas converse y volví al baño para terminar de peinarme y maquillarme un poco.

-El desayuno está ya.-gritó mi madre desde la cocina.

-Voy.-contesté de la misma manera mientras terminaba de ponerle un poco de rímel a mis pestañas.

Bajé las escaleras rápidamente, besé la mejilla de mi madre y después la de mi hermana pequeña y me senté a desayunar con ellas.

~

-¿Seguro que llevas todo? –preguntó mi madre por cuarta vez mientras nos despedíamos.

-Que sí, mamá.

-Llámame cuando llegues.-resoplé y sonreí.

-Sí.-contesté y antes de que volviera a hablar lo hice yo por ella.- Estaré bien, lo pasaré estupendamente y seré una chica buena.-ella sonrió y nos abrazamos.- Pórtate bien, enana.-le dije a mi hermana.

-Pásalo muy bien.-besé su mejilla.

-Vamos, chicos, recuento antes de subir al tren.-dijo nuestra profesora de historia que era una de las que nos acompañaba en el viaje.

-Adiós Des.-me dijeron Daisy y Phoebe acercándose a mí. Me agaché a quedar a su altura.-

-Adiós pequeñas.-las abracé y seguidamente se nos unieron Lotte y Fizzy. A pesar de todo lo que había pasado con Louis, ellas cuatro siempre habían sido como hermanas para mí y lo seguirían siendo, al igual que Jay era como una segunda madre.

Terminé de despedirme de ellas, volví a abrazar a mi madre y me uní a mi duendecillo que esperaba ya en un corro junto a los demás a que la profesora pasara lista y pudiéramos subirnos al tren.

-¿Preparada para pasar una semana increíble, mariposilla? –preguntó pasando su brazo por mis hombros.

-Por supuesto.-contesté.

-Horan, Miller, cállense ya y suban al tren.-nos regañó el profesor de matemáticas. Ambos nos reímos por lo bajo y le hicimos caso mientras él hacía una pequeña cruz a lado de nuestros nombres en su lista.

Los profesores nos habían colocado a su antojo en el tren y, como habían recalcado varias veces “no podíamos cambiarnos de sitio bajo ningún concepto”. ¿Y si uno de tus compañeros de viaje es el capullo que te la ha jugado dos veces? ¿Y si la que se sienta a tu lado es la capitana de las animadoras con la que se acostó tu novio? ¿Ninguno de los dos son motivos suficientes para pedir el cambio de sitio? Era algo que me hubiera gustado preguntar pero me tocó callarme. Afortunadamente, el tercer compañero de viaje era Harry.

Unforgettable SummerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora