Molly.

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El sonido de la alarma me devuelve a la vida de los despiertos, causando que abra mis ojos repentinamente. Ah, mierda. Justo cuando Keanu Reeves y yo estábamos a punto de pasar al siguiente nivel. Una pena, pero siempre tenemos el manana.

Sosteniendome con los codos, me levanto lo suficiente para evaluar la distancia que hay entre la cama y el cuarto de bano. ¿Vale la pena tener una educacion?

Con una mueca de sufrimiento y un gruñido de frustración, me levanto de un salto, caminando hasta mi baño mientras me estiro y bostezo. La vida de los despiertos apesta.

Siempre he querido ser de esas personas que pueden levantarse a las 5 de la manana a trotar sin ningun problema, como quitarle dulce a un bebe. Para mi, el solo hecho de pensar en abrir mis parpados antes de las 10, me causa un sentimiento de agonia que penetra todas mis entranas.

Girando el grifo, dejo el agua correr. ¡Mierda, mierda, mierda! Rápidamente le doy vueltas a la manija y regulo la temperatura del agua, morir congelada no esta en mis planes de hoy. Dando pequenos saltitos con las puntas de mis pies, cojo mi celular y busco torpemente por mi playlist designada para ducharme. Necesito esperar al menos 1 minuto antes de entrar al agua otra vez. 

Dándole play, la primera canción comienza a sonar. Oh, si bebe. Nada mejor para ponerme de buen humor que buena música. Dejando el móvil en el lavabo, comienzo a despojarme de mis ropas mientras me contoneo al ritmo magico de Let's Groove. Ya no hacen canciones asi.

***

Infiernos, este estúpido cabello no esta colaborando.

Suelto la liga por cuarta vez e intento de nuevo hacerme una cola de caballo decente

 Mmmm. Mejor no. 

Intentemos con un moño desordenado.

Oh, no. No, no, no.

Rápidamente suelto mi cabello y decido que asi se ve bien. Si los leones pueden pasarse el dia tan tranquilos con esta melena y no ser juzgados, pues yo también puedo.

Arreglo mi bolso, me rocío un poco de perfume por aqui y por allá y ¡ta-da! estoy lista. Que este día de mierda comience.

Yendo hasta mi cama, agarro mi bolso y me dirijo hacia la puerta. Tarareando una canción distraidamente, bajo corriendo las escaleras y saltándome el último escalón, entro a la cocina. Sólo de pensar en las dos horas de matemáticas que me esperan me entran nauseas. 

Otra cosa por la que mataria y venderia a mi hermano, si tuviese uno. Ser buena en matematicas. 

Abro el refri y tomo el cartón de la leche con toda la intencion de tomar directamente de él. Cuando voy por el primer trago, la bocina de un auto suena insistentemente afuera de mi hogar. 

Por el amor a Cristo, qué tiene que hacer una chica para poder tomarse su leche tranquila estos dias.

Soltando una serie de insultos y maldiciones, devuelvo el carton de leche a su lugar y cierro la puerta de la refrigeradora fuertemente, haciendo que los botes dentro de ella tintineen.

El claxon suena unas setenta veces más en lo que me toma llegar de mi cocina a la puerta principal. Cuando digo 70 veces, no me refiero a una forma figurativa. Suena 70 malditas veces.

 Alguien se levantó en el lado idiota de la cama.

Con el ceño fruncido, abro la puerta, lista para soltar una de mis perlas.

El receptor de mi ira me saluda con su sonrisa de dientes blancos y perfectos,  moviendo su mano en el aire. Puedo jurar que siento un pequeño temblor recorrer el puño con el que estoy agarrando la manija de puerta. Un dia le voy a quitar esa sonrisa arrogante de su cara a golpes.

Falling in youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora