Feelings.

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Después de aquel fantástico y surreal fin de semana junto a Matt, mi vida regreso a la triste y estupida realidad.

Comenzó con un lunes grandioso junto a un Matthew juguetón y feliz y oh-Dios-tan-caliente, y terminó soso y aburrido sin nada de Matthews.

Hoy es sábado y mi cabeza está volando sobre las planicies de la madera chueca del piso de mi habitación.

Pero no es eso lo que me preocupa. Es mi corazón, que ultimamente ha estado muy cómodo en la novena nube de Matthew y no se quiere bajar.

Mi mente no para de dar vueltas y vueltas, llevándome a conclusiones que no quiero escuchar.

Por más "dulce" e irresistible que sea Matt conmigo, no puedo quererlo más de lo necesario o debido.

Mis sentimientos podrían cambiar, pero, seamos francos, él no dejaría de ser un idiota que se folla a todo lo que le abre las piernas.

Y eso sería demasiado doloroso para mi.

Como una cirugía a corazón abierto sin anestesia.

Además, soy demasiado complicada y tengo suficientes problemas como para agregarles extras ajenos.

Miro por la ventana y todo está oscuro. El reloj marca 12:53 am.

Mi madre no está, de nuevo, el abuelo ha vuelto a enfermarse.

Ruego por que solo sea una gripe resistente porque Dios sabe que yo no podría vivír sin ese viejito precioso.

Matthew y él se llevan muy bien.

Ugh, y vamos con Matthew otra vez.

Mis pies, apoyados en la pared, zapatean al ritmo de "I want hold your hand".

Un vano intento por distraerme.

A mi mente vienen imágenes de su sonrisa juvenil, su sedoso y castaño cabello, y de sus extraordinarios ojazos azules.

Agarro una almohada y me doy de frente con ella.

Ya basta. Solo soy una adolescente con las hormonas al cubo.

Vamos, no soy de hierro, él está más bueno que el pan y yo tengo catorce, casi quince.

Me levanto y conecto mi iPod a las bocinas. Regalo del día de San Valentín, por parte de Matt. Le subo el volumen a todo dar y desconecto mi mente de todo lo que me rodea menos de los mágicos acordes de Speed of Sounds.

Benditos sean Coldplay.

Comienzo a tararear la tonada y para cuando la canción ya está terminando, mi tarareo se ha convertido en gritos.

Le sigue Bleeding Out de Imagine Dragons y yo me tiro al suelo, con una raqueta de tenis como guitarra y todo.

Cuando la décima canción de la lista de reproducción termina, la puerta de mi habitación se abre bruscamente con un golpe en la pared y no tengo tiempo de ver quien es porque unas manos me agarran de la cintura, me elevan por los aires y me tiran en mi cama.

Pego un gritito de sorpresa y horror.

No puedo verlo pero se quien es.

Matthew cae encima de mi y posa sus labios sobre los míos.

Su aliento sabe a menta fresca y a alcohol en su estado más puro.

Está ebrio.

Sus manos se pasean por mis muslos sin pudor alguno hasta llegar a mi trasero y lo aprieta con sus dos manos, acercándome más a él.

Falling in youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora