Tarea.

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Cuando tenía siete años, soñaba con encontrar a mi príncipe azul, un caballero que me amara más que a la vida, que me necesitara más que al aire, que me hiciera sentir... feliz.

Matthew no era un caballero y mucho menos un príncipe azul. Pero yo quería que lo fuera.

Quería que fuera mí príncipe azul.

Y ese pensamiento me hizo llorar más fuerte.

Yo nunca lloraba.

Matthew me tiene abrazada fuertemente por la cintura, mientras yo me convierto en un mar de sollozos en su regazo.

Mi cabeza está enterrada en su cuello y su olor me consuela. Una mezcla entre alguna clase de colonia cara y Matthew.

—Shhh, tranquila.- me susurra Matt.

Me frota dulcemente la espalda y besa mi mejilla, dejando sus labios pegados ahí.

Sollozo más fuerte.

Estamos los dos apretujados en su auto, que está aparcado en frente de mi casa.

Vuelvo mi cabeza y junto sus labios con los míos.

Que estoy haciendo...

Él, sorprendido, me devuelve el beso y yo, con ganas de sentirlo mío, lo agarro del cuello y lo acerco más a mi.

Un pensamiento se instala en mi cabeza. Él no es mío. Y nunca lo va a ser, porque él no es de nadie.

No hay un corazón del cual adueñarse.

Matthew me agarra de la cintura y la aprieta.

Pongo mis dos manos en sus mejillas y lo aparto.

—Ya ha parado de llover, será mejor que entre.- digo con la respiración a mil por hora.

Lo suelto, abro la puerta, me bajo de su regazo y salgo del carro.

Camino apresuradamente hasta la entrada de mi hogar.

Cuando doy la vuelta me choco con la mirada de Matt.

Está sosteniendo mi bolsón con sus dos brazos contra su torso.

—Mmm... gracias.- murmuro mientras le quito mi mochila de las manos.

—Entro contigo.- declara Matthew.

—Hoy no, tengo mucho que hacer.

—¿Cómo qué?- inquiere.

—Tarea. Mucha tarea.- respondo sin pensármelo.

—Pero no será tanta...

—Matthew, es mucha, te veo mañana, ¿si?- lo interrumpo. Mi voz suena más brusca de lo que quiero.

Cuando veo que va a seguir hablando, me acerco a él, me pongo de puntillas y le doy un rápido beso en la mejilla.

Me aparto, abro la puerta, entro en mi casa y cierro la puerta. Con pestillo.

Apoyo mi espalda contra ella.

Silencio. Escucho unos pasos alejándose, a Matthew entrando en el auto y luego yéndose a todo motor.

Suelto un suspiro y me deslizo por la puerta hasta quedar sentada en el piso.

Respiración.

Respiración.

Respiración.

Sollozo.

Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas y lloro desconsoladamente.

Falling in youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora