Día Uno

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Decidí investigar. No sé por qué sentía la gran necesidad de saber que había en la planta de arriba.

Además, mi sueño parecía muy real. Como un recuerdo, como si yo ya lo hubiera vivido.

Pero... ¿cómo subiría sin que las enfermeras se dieran cuenta?

Al llegar al sanatorio, Arturo nos recibió con una sonrisa.

-Son los primeros... por favor, pasen al consultorio. -nos dijo felizmente.

-Creo que yo prefiero quedarme afuera -le dije a mi mamá.

-Bueno, si tú quieres.

Mi abuelo, mi mamá y Pau entraron al cónsul de mi tío, mientras yo me quedaba afuera.

Entonces, sonó el teléfono. La enfermera que estaba en el mostrador contestó, y la otra enfermera entró con mi tío Arturo a consulta.

Era mi oportunidad. Me escabullí por detrás de las escaleras, y luego cuando me aseguré de que no me vieran, me trepé por el barandal para poder subir.

Llegué al segundo piso, y justo como en mi sueño, habían cuatro cuartos, y hasta el fondo, había un laboratorio. Al parecer, todo estaba igual, sólo que lucía mucho más viejo. Había telarañas y grietas en las paredes. Me fijé en todas las puertas. Cada una tenía una placa, algunas no se alcanzaban a ver las letras con claridad, o sólo quedaba un trozo de placa.

Me fijé especialmente en la puerta del laboratorio.

L bor or
Gl r Ali ia nchez Pe .
Quím F Biol a

Habían muchas letras caídas, pero definitivamente ese había sido el laboratorio de mi abuela alguna vez.

Todo el equipo había sido retirado, sólo había un bote de basura de plástico roto, unos guantes de plástico, dos arañas muertas y trocitos de papel en el suelo.

Me imaginé mi sueño. Mi abuela haciendo sus análisis y yo viéndola con tanta admiración. Estaba confirmado. Mi sueño no era sólo un sueño. Era un recuerdo.

En eso, escuché que la enfermera colgaba el teléfono.

A continuación, escuché que subía las escaleras. Tal vez las enfermeras sí subían al segundo piso, pero yo era muy despistada.

Me escondí lo más rápido que pude detrás de un sillón, y cuando la enfermera entró a uno de los cuartos, ví la oportunidad de salir y bajar.

Por suerte, mi familia seguía en consulta, y nadie se enteró de que yo había subido. O al menos eso yo creía.

El Misterio De Las Escaleras Del Hospital Donde viven las historias. Descúbrelo ahora