Día Dos

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Tuve que esperar una semana entera para poder volver a ir al sanatorio, ya que entre semana no podemos porque el sanatorio está en otra ciudad, aunque no muy lejos (yo vivo en Celaya y el sanatorio está en Salamanca).

Llevábamos ya dos infinitas horas esperando a que pasaran a Paulina.

-Abuelo ¿cuanto falta? -dije impaciente.

-No estoy segura, pero seguro que nos pasan pronto.

Y esta vez, mi abuelo sí tenía razón, porque casi a los cinco minutos, un hombre de casi dos metros de altura con un parche en el ojo salió del consultorio de mi tío.

-¿Ya nos toca? -preguntó Pau.

-Eso creo -le respondió mi abuelo.

La enfermera llegó y avisó a Pau y al abuelo que ya podían entrar.

-Acompañanos si quieres Isabel -me dijo la enfermera que me conocía desde que yo usaba pañales.

-No gracias, creo que me quedaré mejor aquí.

Los tres entraron al cónsul, y me dejaron en la sala de espera. En la televisión había un programa infantil, y debo decir que era bastante insoportable.

En las sillas de a la derecha había una señora muy gorda, que me encuentro de vez en cuando en el hospital porque va a ver al nutriólogo.

Esperé el momento para subir, pero no llegaba. Tal vez la enfermera me había visto la vez pasada y me estaba vigilando más de cerca.

Así que esa tarde, no pude ver que más había.

Esa noche, soñé con que las enfermeras me descubrían viendo el laboratorio de mi abuela, y me mandaban a la correccional.

Tal vez si me descubren, no lo hagan, pero si alguien llegará a verme, yo ya no podría subir nunca más, y nunca descubriría el por qué sentía esa enorme necesidad de subir.

El Misterio De Las Escaleras Del Hospital Donde viven las historias. Descúbrelo ahora