Capítulo 10 La otra cara de la moneda

4 2 0
                                    


Me quedo completamente de piedra. ¿¡Padre?! ¿Esa abominación tiene hijo?

-¿Cómo? ¿P-Por qué? Mientes, mientes, estás mintiendo. ¡Tú no te pareces en nada a él! –digo señalándole frenéticamente de arriba abajo.

-A ver... ¿Por dónde empiezo...? –murmuró mientras se rascaba la cabeza. -Yo vivía de pequeño en este pequeño pueblo con mis padres, pero ellos eran tan pobres que se marcharon lejos dejándome en un orfanato. Fui huérfano desde pequeño, fue mi madre quien me abandonó en un orfanato el día de Navidad y después se marchó con papá, según me contaron. El orfanato era grande, antiguo y muy pobre, era muy transitado, pero ya no tenían los recursos suficientes como para mantenerlo. A los pocos años, ya no accedían a hacerse cargo de más niños, y por tanto, para evitar molestias, decidí escaparme en mitad de la noche. Lógicamente nadie fue en mi busca, ¿Para qué? Anduve solitariamente durante horas y horas por la inmensa carretera, en una fría noche de invierno. Parecía una idea de suicidio, pues solo llevaba un fino y grande pijama gris que arrastraba por el suelo, a un grado bajo cero aproximadamente. Me rendí al suelo al poco tiempo, tumbado en mitad de una carretera apenas transitada, sin fuerzas, rezando porque algún lobo devorase mi cuerpo antes de tener que soportar más ese agónico dolor. Pero vi una luz al final de la carretera, pensé que se trataba de la muerte o de un ángel en mi busca, pero no, me equivoqué, fueron los faros de un coche los que destellaban a lo lejos. El coche frenó de golpe, por desgracia no logró atropellarme, eso fue lo que pensé en aquel momento. Una persona se bajó del coche y me miró por unos segundos, yo apenas podía girar la cabeza para mirarle, estaba oscuro y los faros del coche me impedían ver nada. Esa persona me cogió en brazos y me subió a su coche, dijo unas palabras, pero no pude oír nada, solo sentí su cálida piel calentándome, a decir verdad, estaba al borde de la hipotermia. Por último, logré ver unos copos de nieve cayendo sobre el parabrisas, comenzó a nevar afuera, y en ese momento, mi estación más odiada, el invierno, se convirtió en mi salvación.

Al terminar de contar su historia, me quedé pensativa, quizás el catador sí tuvo un corazón en el pasado...

-Creí que nunca llegaría a contarle esto a nadie.

-Y... ¿Qué pasó después?

-Bueno, ocurrió hace mucho tiempo... Déjame pensar. –dijo Zorro mientras cogía la fotografía dejando el diario encima de la cama. A los pocos segundos, una dulce sonrisa se formó en sus labios, parecía estar recordando buenos momentos. –El catador y yo nos quedamos en la ciudad, pero quise volver al pueblo una vez más, era uno de mis lugares favoritos. Él aceptó y vinimos a visitar este sitio, entonces, el catador vio este pueblo por primera vez, lo contemplaba al igual que yo, solo que él lo miró de otra forma distinta, como algo tan bello que debía de ser suyo. En ese momento, algo estaba cambiando en él, pero no me di cuenta hasta que ya fue demasiado tarde. En nuestra estancia de visita, conocí a los mejores chicos del pueblo, o al menos eso me parecía a mí, nos hicimos muy buenos amigos, pero por desgracia, no pudimos quedarnos por mucho tiempo y nos marchamos. Pasó mucho tiempo hasta que volví, yo ya me había independizado del catador y vivía mi propia vida en la ciudad, no tenía ni idea de que hacía mi padre en ese tiempo, él se fue hace muchos años sin decir nada y así pasó el tiempo. Un día, encontré en el trastero un álbum de fotos, en ella encontré una imagen de Daniel, Aston y yo en el hospital con la cicatriz reciente en mi cabeza...qué recuerdos. Quise volver de nuevo, y por tanto, debía de ir al pueblo. Una vez allí, visité lo que creía recordar, pero todo había cambiado, nada estaba igual que antes, ni siquiera la población, ellos estaban peor de lo que pensaba. Entonces visualicé a un chico escondido en una esquina, parecía estar asustado y me indicó una de las casas, quería que le acompañase allí y le ayudé. Por suerte, la casa era justamente en la que Aston y Daniel vivían y el chico era uno de los trabajadores que necesitaba huir de ahí. Me contaron lo sucedido y me quedé de piedra, no podía creer lo que estaba sucediendo, así que decidí ayudarles, decidí convertirme en un infiltrado. Todo parecía marchar bien, de día trabajaba para ellos y de noche me escabullía con la excusa de patrullar por seguridad, pero todo cambió una noche, la noche del incendio, después de aquella fatídica noche, nunca los volví a ver.

-¿Qué ocurrió?

-Escapé de la muerte por los pelos, y durante mi huida por las calles, uno de los vigilantes me incautó por sorpresa, mi ropa estaba toda quemada y no creyeron que trabajaba con ellos, así que me entregaron a su líder por diversión. Nunca supe a lo que se dedicaba papá, nunca me lo quiso contar y nunca lo llegué a saber, hasta aquel momento, cuando me arrodillaron a los pies de mi propio padre. Nunca podré olvidar aquella expresión de sed de sangre de su rostro al no reconocerme, no le reconocía, no reconocía a mi propio padre, sus ojos completamente idos, estaba loco, toda la cordura de su mente se había ido por completo, y eso lo reflejó en todas sus atrocidades cometidas. Pero al reconocerme, sentí su abrazo en mi cuerpo, el amor que no había sentido desde pequeño, mi corazón se sintió feliz por un instante, lleno de un calor paternal que cualquier niño desearía. Pero ese calor duró muy poco, todo terminó hasta que me obligó a hacer cosas impensables a otro ser humano, cosas que no quiero recordar, cosas que me hicieron cada vez más frío...más insensible. Pero eso cambió en el momento de veros juntos, tú y Lyuk, abrazándoos mutuamente, sintiendo el calor de aquel lejano sentimiento llamado...amor.

Willow parecía estar recordando cosas muy tristes y dolorosas, su mirada centrada en el suelo, sin palabras, únicamente silencio. No aguanté más el terrible ambiente y me puse en pie para abrazarlo, mis brazos rodearon lentamente su cuello y estreché su cabeza en mi pecho, sintiendo lo que él debió de sentir al estar solo.

-Hace mucho que no me abrazaban...ahora entiendo por qué hacen falta en momentos difíciles. –dijo en un tono calmado y suave, parecía haberse calmado un poco.

Volví a sentarme en su cama, observando cómo acariciaba la fotografía con cariño.

-Así fue como escalé todos los puestos de un golpe hasta convertirme en la mano derecha del catador. ¿Ahora lo entiendes?

-Entiendo que el catador te salvase de la muerte y por ello trabajases para él, pero no entiendo el por qué sigues a su lado.

-Él me dio todo lo que tengo, me dio una oportunidad para vivir.

-Me parece muy bien, pero ese hombre se las está quitando a todos los seres inocentes que puede. ¿Eso te parece bien?

-Por supuesto que no, ¿por quién me has tomado? Yo no soy como él, no pienso como lo hace él. Esto es tan difícil de explicar... ¿Cómo demonios se lo voy a explicar a ellos? –decía en un tono frustrado.

-¡Siempre puedes intentarlo! Como lo acabas de hacer conmigo...ellos lo comprenderán, solo confía en ellos.

-Después de todo lo que ha sucedido... Dios, pensarán que estoy muerto.

-No, no lo piensan, creen que estás vivo y que volverás, que no los dejarás abandonados como lo estás haciendo. Piensan en ti constantemente, en lo inteligente que eres y en lo que hiciste por ellos. Te quieren de vuelta a casa, Willow, y créeme, ellos esperarán por ti hasta la eternidad.

Acaricié una de sus manos con ternura, unas lágrimas habían caído en la fotografía, haciéndola resbalar hasta caer al suelo, lágrimas pertenecientes a Willow, quién se mostraba afligido ante mis palabras, era bastante emotivo verlo de esta forma, mostrando los verdaderos sentimientos que en verdad sentía, sin tener que actuar como siempre le habían ordenado hacer, aquella mirada fría se había desvanecido, ahora veía a Willow en frente mío, no a Zorro.

-Sabía que me ayudaría mucho el hablar contigo, Yulia, te lo agradezco. De veras.

-No me las des, Willow.

Willow sonrió al oír su propio nombre, quizás porque hacía demasiado tiempo que no lo llamaban así o porque hacía demasiado que ocupaba su verdadera identidad. Si esto se consideraba el final de la charla...significaba que tendría que volver a aquel cuartucho.

-Willow, ahora tendré que regresar al cuarto... ¿Verdad?

-Es cierto... - chasqueó la lengua al darse cuenta. –Tendrás que volver para que el líder no sospeche y acabe por matarte, lo siento.

-No te preocupes por mí, estaré bien siempre que hagas todo lo posible por ayudar.

Él asintió con la cabeza y me devolvió una amable sonrisa, volvimos sigilosamente al sótano, sin emitir ningún ruido, y una vez allí, comenzó a esposarme de nuevo en la silla. No me fijé hasta ahora que la silla en la que me sentaba tenía una cadena en su respaldo para evitar alejarse más allá de un metro de distancia. Willow se despidió de mí, volviendo a ponerme encima mi cazadora roja para evitar el frío de la noche y me dispuse a dormir, soñando con la idea de que todo esto acabase algún día.


PODER ABSOLUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora