Capítulo 8 Identidad

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Un día, cuando era pequeña, ojeé un libro de novelas policíacas de mi padre, y en una de esas interminables páginas leí una curiosa palabra, 'muerte'. Le pregunté a mi abuelo qué era la muerte, él me respondió que la muerte era lo que le esperaría pronto, se rio con una voz ronca y después me respondió algo más sensato. Dijo que era sensación de abandono donde veías tú alma desprenderse de tu cuerpo y ascender al Cielo. Cuando te mueres, tu alma está en paz y permaneces en un estado de calma y equilibrio con el mundo, soñabas con el sueño que deseabas cumplir o con los mejores recuerdos que querrías rememorar, o al menos eso es lo que pensaba él. Mi abuelo era un hombre muy sabio, todo lo que decía lo decía con un par de bromas preparadas y con una tierna sonrisa en su rostro. Al día siguiente murió, dejándome sola con sus libros, papá y mamá no me permitieron ir al funeral, así que pensé en su sueño, ser astronauta. Él siempre quiso ir hacia la Luna, caminar por ella y regalarme una estrella, pero nunca fue capaz de cumplirlo, dijo que eran sueños de un viejo senil, pero yo creía en él, creía que cumpliría su sueño una vez muerto, y lo miré por la ventana, bajo la luz de la luna. Mi abuelo me sonreía desde el cielo nocturno, juntando aquellas estrellas formando una sonrisa con ellas. Entonces pensé en mi propio sueño, convertirme en la líder de algún grupo de personas, para servirlas, cuidarlas y protegerlas, tal y como hizo mi abuelo al ser nombrado jefe de policía. Si él pudo protegerlos a todos... ¿Por qué yo no podría?

Pero parece ser que mi deseo fue imposible al permitir que Lyuk muriera, entonces... ¿Qué me esperaría en el otro mundo?

Abrí los ojos y respiré una gran bocanada de aire, respiraba rápidamente, sin parar, casi como si estuviera hiperventilando. Tosí, tosí con mucha fuerza y sentía mi garganta completamente irritada, me costaba mucho respirar, sentía una sensación de dolor y ansiedad, consciente por sentir que estaba viva, pero sintiendo un dolor tan agónico que sentía morir. Estaba encima de una cómoda cama de sábanas blancas, cubierta con una esponjosa colcha de color gris claro, vi que alguien me había quitado el asqueroso y pesado traje mojado y llevaba encima la ropa que inicialmente llevaba, solo que me quitaron la gabardina roja y me la colocaron al frente, encima de la colcha. Seguía llevando mi camisa blanca ajustada con cuadrados y líneas rojas de distinta intensidad, mis pantalones ajustados de color negro y mis botas negras de cordones rojos estaban en el suelo, a un lado de la cama. Miré asustada alrededor, esta era una habitación más o menos grande, con dos grandes ventanas de marco plateado al frente, las paredes eran blancas con líneas verticales grises, estaba amueblada con esta cama, dos grandes cómodas, un armario de roble, un sofá blanco, una mesa rectangular y una gran televisión. ¿Cómo había llegado hasta aquí?

No había nadie en la habitación, así que me dispuse a salir de esta cama, pero cuando me quite la colcha, la puerta del cuarto se había abierto y Zorro entró en ella algo sorprendido.

-Veo que ya te despertaste, espero que hayas podido descansar bien. –dijo una vez cerrada la puerta.

Zorro ya no llevaba aquel largo abrigo, ahora vestía con una camisa blanca con un degradado a gris en la parte inferior, llevaba unos pantalones vaqueros rotos de color gris, zapatos negros y llevaba vendas negras envueltas en las manos.

-¿Qué...? Yo... ¿Dónde, dónde estoy? –pregunto alarmada.

-En mi dormitorio.

-¿Por qué? –susurro en voz baja.

Cada vez que emitía una palabra, me dolía muchísimo la garganta, y aún más el respirar, no podía hablar muy alto.

-¿Necesitas algo?

Esa pregunta me enfureció bastante, no solo fue él quien intentó matarme, sino que ahora pregunta por mi bienestar.

-¿Qué es lo que quieres de mí? –dije en voz baja pero con mucha ira contenida.

-Quiero hablar contigo.

-¿Tú fuiste quien me sacó de las esposas? –pregunto mientras me observo las marcas rojas en mis muñecas y tobillos.

-El catador se cansó de ti, no le pareció nada gracioso que perdieras el conocimiento, así que se fue a su habitación. Cuando me aseguré de que ya no volvería, decidí quitarte las esposas y sacarte de aquí. Sus órdenes fueron el de dejarte encerrada en el cuarto sin comida ni bebida hasta mañana y acabo de incumplir una de sus órdenes por primera vez, deberías de agradecérmelo.

-¿Tú...acabas de desobedecerle...por mí? ¿P-Pero te matará? –dije reacomodándome en la cama.

-No. Regresarás al cuarto una vez que haya terminado de preguntarte.

-¿Tú puedes sacarme de aquí?

-No puedo.

-Entonces saltaré por esa ventana. –dije señalándola con el dedo y a punto de ponerme en pie.

-Te atraparían los guardias. Es inútil. –dijo mientras me agarró de los hombros para obligarme a sentarme.

-Pues entonces yo seré el que te haga las preguntas aquí. ¿Por qué no me matáis ya?

-Porque ocultas mucha información de la que el catador está tremendamente interesado.

-¿Qué pasa si le cuento todo lo que sé? ¿Me liberará?

-Él no te dejará ir a menos que le cuentes todo lo que sabes, y una vez que lo haya sabido todo te matará. No existe un final feliz, solo un final, la muerte. Pero no permitiré que reveles la información.

Fruncí el ceño por la extraña respuesta, ¿no se supone que él debe de descubrir lo que yo sé?

-No entiendo. Tú eres el enemigo aquí, ¿no deberías de ser tú quien me forzase a hablar?

Zorro sonrió brevemente mientras apartaba la mirada, sabía que en el fondo de esos ojos grises estaba ocultando algo.

-¿De qué querías hablarme si no?

Zorro se giró y se acercó hacia una de las cómodas y abrió un cajón, de ella sacó algo que podía reconocer a simple vista, el diario.

-Me gustaría preguntarte sobre esto. Pero hay otros temas que me resultan más interesantes.

-¿Qué sabes tú sobre eso?

-Eso me gustaría preguntarte a ti.

-Zorro. ¿Por qué quieres que no revele nada? –le dije en un tono severo.

Él se acercó y se sentó en una silla delante de mí, sujetaba el diario en sus manos, acariciando su cubierta de cuero negro, él suspiró mirando al suelo.

-Yulia, quiero que Daniel, Aston y los demás sigan al margen, quiero que sigan a salvo de todo esto.

-¿Cómo sabes tú-? –intenté preguntarle pero su voz me interrumpió.

-¿Aún no te has dado cuenta?

-¿Darme cuenta de qué?

-Yulia, yo soy Willow. –confesó mirándome a los ojos.


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