Capítulo 2 Manzanas, el fruto de la vida

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Caminamos hasta llegar a una hermosa plaza donde podíamos observar los altos faroles que rodeaban toda ella, realmente sería hermoso ver esto por la noche. Creo que nos situábamos en el centro de todo el pueblo, con lo cual, estábamos más cerca de nuestro objetivo.

La gente abundaba entre nosotros y casi no veíamos nada más allá de nuestra nariz, los habitantes compraban alimentos para alimentar a sus familias allá en los mercadillos ambulantes y regresaban a sus casas para alimentarlos antes de regresar a su trabajo. Pude observar en los mercadillos los alimentos que vendían, la mayoría de la comida estaba medio podrida, tenía moho o en ella habitaban insectos como mosquitos, moscas o gusanos. Vi a un niño en los huesos, descalzo, llevando nada más que unos pantalones rasgados, podía ver incluso sus marcadas costillas. Él solo quería coger una manzana medio echada a perder, pero no tenía dinero, él optó por llevársela para no morir de hambre ya que la muchedumbre lo rodeaba y pensó que nadie se daría cuenta. Pero no tuvo tanta suerte, el mercader que vendía la fruta se dio cuenta y salió del puesto gritándole al niño, amenazándole con que devolviera la fruta sino quería morir. El niño salió corriendo en aquel entonces y el señor corrió tras él, desgraciadamente el niño estaba débil y cayó al suelo, la manzana rodó hasta debajo del cubo de basura en el que detrás de ella me escondía yo, cogí la manzana para entregársela al niño pero ya era tarde, el hombre canoso y de baja estatura con un largo bigote gris le agarró por el hombro y como castigo lo tomó por el cuello y lo pateó en el estómago repetidas veces, el hombre insultaba al débil niño gritándole en la cara y escupiéndole en el ojo mostrando una gran furia en sus ojos. Ambos permanecían delante de aquel cubo de basura donde detrás de ella me encontraba yo escondida, tapándome los oídos con ambas manos, muerta de terror al escuchar aquellos gritos de pánico que emitía el pobre niño. Tras aquellos momentos de puro miedo, logré escuchar unos murmullos de los campesinos, un grupo de vigilantes pertenecientes al grupo de vigilancia del catador quienes pasaban por ahí al alarmarse del suceso. Se abrieron paso entre la multitud y llegaron al lugar donde el hombre y el niño se encontraban, pensé que los vigilantes detendrían al hombre, y así fue lo que sucedió de algún modo, el hombre se detuvo ante los vigilantes y dejó de patear al niño, él explicó lo que sucedió anteriormente mientras los vigilantes lo escuchaban, parecía que el problema estaba solucionado, pero el resultado de todo ello era inimaginable para mí. Al terminar de escuchar al hombre, comenzaron a acercarse al niño y todos ellos lo comenzaron a golpear en el suelo, lo pateaban con mayor fuerza y golpeaban su cuerpo como si de un muñeco se tratase, porque eso era el niño, un muñeco, un muñeco que no es capaz de mantenerse de pie, muerto de hambre, un sencillo muñeco de trapo que no es capaz de defenderse y ya casi no era capaz de emitir palabra alguna. Injusticia, él un muñeco, los habitantes, marionetas sin derecho a cortar sus cuerdas y todos ellos eran manejados por un cruel titiritero nombrado como "el catador", dominándolos a todos con el poder del miedo. Tras varios golpes contundentes contra el niño, oí que algo se había quebrado dentro de él, quizás un hueso o su propia alma, yo escuchaba detrás de aquel cubo de basura, sentada con la cabeza escondida en el regazo, llorando en silencio, quería que parasen, quería ayudar al niño, pero ambos nos encontrábamos indefensos. Si salgo a ayudarle, los vigilantes me descubrirán y seguramente me matarían en un intento por salvar al niño. No podía. No podía. Esto no podía terminar así, María y Lyuk me estaban esperando. Mi cerebro se colapsaba y no podía hacer nada, mis piernas no respondían, se habían paralizado. Él estaba solo y nadie lo ayudaba, los habitantes solo murmuraban entre ellos y lo miraban con pena o con enojo, esto solo era un espectáculo hecho por y para animales. Oía los gritos ahogados que emitía el niño con desesperación, y al fin, silencio. Hoy un muñeco perdió su alma en un suspiro y la civilización perdió la humanidad.

No quise contar este suceso anteriormente por miedo, pero ahora sé a quién me enfrento y por qué, ahora sé por qué razón he decidido liberar el pueblo y aniquilar a todos aquellos que lo controlan, y por si alguna vez lo olvido, miraré la manzana con la que una vida se pagó por ella.

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